En busca del tesoro de nuestra vida

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¿Cuál es el tesoro más grande de tu vida? ¿De lo que te sientes más orgulloso? ¿Sabrías decírmelo?

Ya hemos entrado en el mes de diciembre. Un mes en el que se multiplican las comilonas, las compras, los regalos, y también los momentos para estar con amigos, familia, compañeros de trabajo o de estudio.

A mí, personalmente, me encanta pensar en diciembre como el mes del amor. Porque tenemos muchas ocasiones para disfrutar de la familia, de los amigos…, son fechas para pasar con nuestros seres queridos pero, en ocasiones, olvidamos ese espíritu que encierra la Navidad. Por eso, he comenzado este post con una pregunta:

¿Sabes cuál es la verdadera riqueza de tu vida? ¿Cuál es tu tesoro más grande?

Y, antes de que me contestes, os voy a transcribir una historia que me ha parecido preciosa y que nos acompañará en nuestra reflexión.

Cuenta la leyenda que una mujer muy pobre, con un niño -casi un bebé- en brazos, pasó delante de una cueva y escuchó una voz misteriosa, que desde dentro decía:

-“Entra y toma todo lo que desees, pero no olvides lo principal. Recuerda que al salir, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, ¡y no olvides lo principal!”La mujer entró en la cueva y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, acomodó como pudo al niño en el suelo y comenzó a recoger, ansiosamente, todo lo que cabía en su delantal.

La voz misteriosa habló nuevamente diciendo:

-“Tienes únicamente ocho minutos para recoger. Una vez cumplido este lapso, todo habrá terminado”.

Agotados los ocho minutos, la mujer, cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la caverna y la puerta se cerró. . . Recordó, entonces, que el bebé se había quedado adentro, tumbadito sobre una manta en el suelo, y la puerta estaba cerrada para siempre.

Desesperada, pasó días, semanas y meses, aporreando la puerta mientras gritaba para que quién fuera que la había cerrado le volviera a dejar entrar. Pero no encontró la manera de recuperar a su pequeño.
La mujer había perdido en aquella cueva su tesoro más valioso…”

Es una leyenda para ayudarnos a pensar en qué es lo que verdaderamente importa en nuestras vidas. En ocasiones, no nos damos cuenta de lo que es verdaderamente valioso hasta que corremos el riesgo de perderlo.

Cuando nos ponemos enfermos, valoramos más todos esos otros días que nos hemos sentido bien, sin dolores ni molestias… pero hasta entonces no nos habíamos dado cuenta de lo afortunados que somos por gozar de buena salud.

Cuando entramos en una crisis con nuestra pareja, tememos perderla, porque nos damos cuenta de lo importante que es para nosotros contar con esa persona con la que hemos decidido compartir nuestra vida. Los momentos tan maravillosos que hemos vivido con ella y  todos los que todavía podemos crear. No nos imaginamos una vida sin ella a nuestro lado.

Si perdemos a algún ser querido, siempre nos hubiera gustado estar más tiempo con esa persona, o cuando un buen amigo se marcha a vivir a otro país nos da rabia no haber compartido más tiempo a su lado…

Se trata de situaciones que, seguro, hemos vivido en algún momento de nuestra vida. ¿Y si empezamos a cambiar esta dinámica? ¿Y si empezamos a valorar esas cosas que, de verdad, enriquecen nuestra existencia? ¡Y no! No te hablo de joyas, ni coches nuevos, ni mansiones… No me refiero a ropa cara o a restaurantes de lujo, me refiero a lo que ¡de verdad! hace que nuestra vida sea rica. ¿Te ayudo?

-La satisfacción de ver crecer a tus hijos, observar cómo se convierten en personas responsables, generosas, altruistas…

-El orgullo de un trabajo bien ejecutado. Esa felicitación de tus superiores o de tus compañeros de trabajo.

-Conseguir acabar esos estudios a los que has dedicado tantas horas.

-Levantarte cada mañana acompañado de tu familia y poder abrazar y besar a los que realmente quieres.

-Acompañar a tus mayores en su vejez, escucharlos, apretar su mano y verles sonreír.

-Pasar la tarde rodeado de buenos amigos en un plan improvisado que te carga las pilas para muchos días.

-Tener un plato de comida en la mesa y salud para disfrutarlo…

– (….)

Seguro que a ti se te ocurren muchísimas más, pero como verás, para empezar a valorar nuestra riqueza tenemos que comenzar por ser agradecidos. Sólo así. Dándonos cuenta de lo que verdaderamente tenemos y dando las gracias por ello, encontraremos el auténtico tesoro en nuestras vidas.

Cuando he comenzado este post he hablado del mes de diciembre, de la Navidad y del amor. Os pido que aprovechéis estas fechas para cambiar la dinámica… para dejar de lamentarnos y empezar a darnos cuenta de todo lo que hay en nuestras vidas. ¡Porque somos verdaderamente ricos!

Olvidemos el maratón de consumo de los últimos años y centrémonos en el verdadero espíritu de estas fechas, centrémonos en el amor y en el ejemplo que queremos ser para nuestros hijos.

Esta Navidad, os invito a valorar lo que tenemos, agradecer por tenerlo y compartirlo con quién más lo necesita. Puede ser acudiendo a un centro hospitalario a acompañar a personas que pasan solas estas fechas o invitando a algún amigo o vecino que sabemos que está solo. Puede ser pasando más tiempo con nuestros hijos (a los que apenas podemos ver por el trabajo) o, simplemente, elaborando con todo el cariño del mundo ese guiso especial para nuestros seres queridos… porque, en ese momento, habremos encontrado el verdadero tesoro de nuestra vida.

¿Te animas a reconocerlo? Y si tienes dudas, ¿te animas a buscarlo?

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