¡Haz que suceda!

¡Haz que suceda!

¡Deja de esperar! ¡Haz que suceda! Esta es la reflexión de hoy en el post. Os invito a pasar a la acción, a tomar las riendas de vuestra vida, a motivar el cambio, ¡sí!, a dejar de esperar a que pase algo y a ser el motor de nuestra propia transformación ahora, más que nunca, en una época complicada.

¿Te animas a ser el patrón que marque el rumbo de este cambio?

He escogido un cuento que nos puede ayudar a reflexionar acerca de la necesidad de tomar el timón de nuestra vida. Os invito a leerlo:

“Cuentan la historia de dos semillas que estaban una junto a otra en una tierra sembrada.

La primera semilla estaba muy entusiasmada y dijo a su compañera:

¡Quiero crecer y llegar muy alto! ¡Quiero que mis raíces lleguen muy abajo y se arraiguen fuertes en el suelo y que mis retoños rompan la corteza de la tierra que tengo arriba… ¡Quiero desplegar mis tiernos brotes como banderas para anunciar la llegada de la primavera…quiero sentir el calor del sol en mi cara y la bendición del rocío matinal en mis pétalos!

Y entonces creció y se convirtió en una frondosa planta.


La segunda semilla dijo:

Pues yo tengo mucho miedo. Si dejo que mis raíces vayan hacia abajo, no sé qué encontraré en la oscuridad. Si me abro camino a través del suelo duro puedo dañar mis delicados retoños… ¿Y si dejo que mis brotes se abran y una serpiente trata de comerlos? Además, si abriera mis pimpollos tal vez un niño pequeño me arranque del suelo. ¡No!, me conviene esperar hasta que tenga la completa seguridad de que todo irá bien.

Y entonces esperó.

Un ave que revoloteaba por el lugar en busca de comida divisó a la semilla que había decidido esperar y se la tragó”.


Creo que este cuento nos hace pensar en si preferimos asumir determinados riesgos o preferimos esperar a tener toda la seguridad para dar un primer paso. Y, sobre todo, nos puede ayudar a ver que -en ambas situaciones- estamos asumiendo riesgos: el de fracasar, pero haber aprendido para intentarlo de nuevo o el de ser engullidos por la vida sin haber realizado nuestros sueños, como le ocurrió a la segunda semilla.

No voy a deciros que la dar el primer paso, saltar al vacío, cruzar esa línea que nos separa de nuestra zona de comodidad y tranquilidad es fácil. ¡Claro que no! Pero os aseguro que la satisfacción de lograr eso que nos parecía tan complicado, de superar esa línea y seguir avanzando en el camino de la vida ¡vale la pena!

Además, la otra opción es la resignación, ¿de verdad queremos resignarnos a llevar una vida gris? ¿Una vida sin retos? ¿Una vida sin aprendizaje vital? Creo que no, ¿verdad? Y no estoy diciendo que la rutina sea mala, ¡en absoluto! Cada uno de nosotros somos diferentes y mientras unos aman los riesgos otras personas aman la rutina. Lo que quiero decir es que hay momentos en la vida -en la de todos- en los que es necesario tomar decisiones, aceptar las consecuencias de esa decisión y que éstas vienen determinadas, muchas veces, por la asunción de riesgos. Lo ideal es plantearnos asumir el riesgo de una forma controlada, aunque a veces sea difícil. Y son esas decisiones las que nos hacen crecer como personas, las que nos dan la satisfacción de haberlas tomado o las que nos hacen recapacitar en qué nos hemos equivocado al tomarlas, pero ¡en definitiva!, son estas decisiones las que nos hacen llevar una vida plena, ¿no os parece?

Volviendo al cuento os quiero realizar una pregunta:

-¿Quién creéis que llevó una vida más plena la primera semilla que puedo afianzarse con fuerza a la tierra, ver crecer sus brotes y dar unos maravillosos frutos? O, por el contrario, ¿la segunda semilla que se quedó esperando a unas mejores condiciones que le garantizaran la seguridad de que todo iría bien y acabó engullida por un ave?

¡Creo que la respuesta es evidente!, ¿no os parece?

Mirad, estamos en una época de cambio. En la que las antiguas formas de trabajo ya no nos valen, en la que caminamos con la inseguridad de qué pasará la próxima semana o el próximo mes… ¿de verdad que vamos a cruzarnos de brazos a esperar?

Quiero animaros a dar el paso. ¿Y cómo hacerlo?

-Estudiad, preparaos… formaros en las nuevas formas de comunicación, en las nuevas tecnologías que nos permiten seguir conectados, aunque tengamos que estar separados. Lo que era el futuro ya se ha convertido en presente y estar preparados es fundamental.

-Pensad en el ¿qué puedo hacer? Y, después, buscad el ¿cómo lo puedo hacer?

-Dejad de lamentaros y cambiar los ‘porqués’ por los ‘para qué’

-¡Pedid ayuda! No podéis saberlo todo… consultad con personas que ya lo están haciendo.

-Estad dispuestos a equivocaros, ¡por supuesto! Y cuando os pase, aprovechad el aprendizaje que os habéis llevado y que os hará no volver a caer en este mismo error de nuevo.

-Descansad cuando haga falta y daros permiso para ser vulnerables, por ejemplo, para enfadaros, ¡llorad en el hombro de alguien! ¡No pasa nada! A todos nos pasa… Lo importante es superar estos momentos.

Pero, sobre todo, ¡no os rindáis! Y mucho menos os quedéis de brazos cruzados esperando a que pase algo que os haga cambiar, esperando a que todo sea seguro al 100% para actuar porque entonces ¡puede ser tarde!, puede que la vida haya pasado por delante vuestra sin haberla vivido.

¡Deja de esperar! ¡Haz que suceda! ¿Te atreves? ¡Cuéntamelo!

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