Resistir para seguir creciendo

resistir para crecer

Resistir. Esta semana quiero que reflexionemos acerca de la importancia de la paciencia, de la resistencia, y de sobreponernos de las malas épocas como la que estamos atravesando obteniendo una enseñanza de todos los acontecimientos.

¿Te animas a reflexionar conmigo?

Para comenzar con esta reflexión, he escogido una fábula que leí hace un tiempo y que nos puede ayudar ‘La fábula del helecho y el bambú’.

“Un humilde carpintero, Kishiro, vivía feliz con su trabajo y su familia. Tenía una mujer y dos hijos y las cosas no le iban nada mal. Pero el negocio entró en una mala racha y el hombre comenzó a ganar mucho menos dinero.

Empezaron los problemas económicos y luego éstos se trasladaron a la familia. Hasta el punto, que Kishiro se sumió en la más honda tristeza. No era capaz de ver la salida. Lo intentó todo, cambió la forma de su negocio, pero no había manera… las cosas seguían sin funcionar.

Kishiro atravesó el bosque en busca de ayuda, la de un anciano sabio que vivía en una humilde casa de madera. Allí, el anciano escuchó muy atento las lamentaciones y problemas de Kishiro, con un té caliente entre las manos. Cuando Kishiro terminó de hablar, el sabio se levantó y le pidió que le siguiera a la parte trasera de la casa.

Entonces, el anciano le mostró a Kishiro dos plantas que él mismo había plantado en medio de una explanada: un helecho y un bambú.

Entonces, le contó su historia:

-Observa muy bien estas plantas. El bambú ahora te parecerá muy alto y robusto. Pero hace años llegué a pensar que nunca vería la luz. Planté unas semillas de helecho y bambú al mismo tiempo. Me gustan las dos plantas y quería tenerlas en mi jardín. El helecho empezó a brotar enseguida con sus preciosas y brillantes hojas verdes. Pero el bambú se negaba a asomar ni un poquito. Pasó un año y el helecho seguía creciendo y extendiéndose, mientras que el bambú seguía sin nacer. Seguí esperando, regándolo igual, otro año más, y otro… A los cinco años al fin apareció el bambú. Entonces comenzó a crecer y a crecer con rapidez. De pronto alcanzó los 10 metros, luego 20… ¡y míralo ahora! ¡Es altísimo! Pero… ¿sabes por qué tardó el bambú tanto en brotar?

Kishiro pensó un rato, pero no pudo dar con la respuesta.

– Porque el bambú estuvo cinco años dedicándose a fortalecer su raíz. Para poder crecer luego tan alto necesitaba una raíz profunda y muy fuerte.

Cuando terminó con la historia, el anciano contempló el rostro asombrado de Kishiro. Se dio cuenta de que al fin comenzaba a entender el mensaje, y continuó con su enseñanza, regalándole todas estas reflexiones:

– Tanto el helecho como el bambú tienen un cometido diferente, y ambos son necesarios en el bosque. Todos los días cuentan en tu vida. Los buenos te producen una inmensa felicidad. Los días peores, te proporcionan experiencia. La felicidad te mantiene dulce, los intentos fallidos te fortalecen, las desgracias te hacen más humano, las caídas te mantienen humilde y el éxito te ofrecerá brillo. Recuerda, Kishiro: si tardas en conseguir lo que buscas, no desesperes. Tal vez estés echando raíces”.

¿No os parece una historia preciosa de resistencia, de paciencia, de insistencia?

¿Qué hubiera pasado si el anciano hubiera dejado de cuidar la semilla del bambú? ¿De regarla y alimentarla? Sus raíces se hubieran secado y no hubiera crecido nada. Nunca hubiera disfrutado de esta planta alta y fuerte en su jardín.

En la época que estamos atravesando llena de incertidumbre por nuestra salud, nuestros negocios, nuestro día a día… tenemos que ejercitar -más de lo habitual- la paciencia, la resistencia. Porque damos muchos pasos, pero no siempre obtenemos una recompensa inmediata, ¿verdad? Incluso, en ocasiones, a pesar de los pasos que estamos dando, retrocedemos.

Por eso, y consciente de que es complicado, me gustaría pediros un ejercicio de resistencia, de constancia… Porque tenemos que continuar, tenemos que resistir. Hay que seguir regando nuestro jardín, aunque no veamos crecer ningún brote. A pesar de que, en ocasiones, nos sintamos tristes o desesperados por ver nuestro jardín baldío. ¿Y cómo lo hacemos? No tengo ninguna fórmula mágica ¡ojalá existiera!, pero creo que es importante que valoremos todo lo que aprendemos cada día con cada acción que emprendemos para salvar nuestros negocios, para mejorar nuestro día a día y el día a día de los que nos rodean, para tranquilizar y hacer la vida un poco menos difícil a nuestra familia…

Mirad, en los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a la gratificación inmediata y en épocas complicadas nos da la sensación de que perdemos el tiempo, de que los frutos no sólo no llegan, sino que cada día estamos más lejos de obtenerlos. Cuando os asalten estos pensamientos os invito a recordar la fábula del helecho y el bambú.

Para terminar, os propongo un pequeño ejercicio: cuando os levantéis cada mañana fijaros una meta, un objetivo para ese día que comienza. Una meta ambiciosa, pero que sea real. Cuando finalice el día, preguntaros ¿qué pasos he dado para alcanzar esa meta? Si han sido muchos y has conseguido cumplir con tu objetivo, ¡enhorabuena! Si los pasos que has dado, crees que no te han acercado suficiente a tu meta, no te entristezcas ni te desesperes, se trata de resistir…establece nuevos planes para mañana aproximarte a ella todavía más, acuérdate del bambú y piensa que estás fortaleciendo tus raíces para cuando empieces a crecer, estás aprendiendo formas de hacerlo mejor, otras maneras de actuar… ¡esos pasos también te han acercado a tu objetivo! ¡Y acuéstate contento, satisfecho!

¡Resiste! ¡Persiste! ¿Te animas a seguir creciendo?

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