¿Te atreves a expresar tu amor? ¡Hace falta oírlo!
Amor, ¿te atreves a expresarlo? Hoy, más que nunca, es necesario. ¡Hace falta oírlo! Y, por eso, esta semana os invito a reflexionar acerca de la necesidad, no sólo de prestar atención a los que nos rodean, sino de decirles que nos importan, que los queremos, que son personas maravillosas… ¿Os animáis a hacerlo?
Para reflexionar sobre la importancia de comunicar nuestros sentimientos a los demás, de expresarles nuestro amor, he elegido una historia llamada ‘La campana de plata’, de la que desconozco el autor.
“Cuentan de un rey que hizo colocar una campana de plata en una torre muy alta de su palacio, al comenzar su reinado. Él anunció que haría sonar la campana cada vez que estuviera feliz, para que sus súbditos supieran de su alegría.
Los súbditos esperaban el sonido de la campana de plata, pero esta permanecía silenciosa. Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y los meses en años. Pero la campana no sonaba para avisar que el rey era feliz.
El rey envejeció y finalmente yacía en su lecho de muerte en el palacio. A medida que algunos de sus llorosos súbditos llegaban para acompañarlo, él descubrió que su gente realmente le había amado todos estos años.
Finalmente, el rey fue feliz. Poco antes de morir, tiró de la cuerda de la campana de plata, para hacerla sonar.
El rey había llevado toda una vida de infelicidad, porque él no sabía que era muy querido y aceptado por sus leales súbditos.
Hay muchas personas que pasan por la vida sin saber que son queridas y apreciadas por los demás. Quizás son aquellos que están cerca de ti los que necesitan el calor de saber que alguien piensa en ellos.
Esta historia da que pensar, ¿verdad? Seguro que al leerla a muchos nos viene a la mente esa persona a la que hace mucho tiempo que no le decimos lo orgullosos que estamos de ella, lo que valoramos su trabajo, lo felices que estamos por tenerla en nuestra vida. Y puede que sea alguien cercano, como tu pareja, tus hijos o tus padres… pero puede también que sea un compañero de trabajo o un profesor…
¿Y por qué nos callamos? ¿Por qué no lo decimos? ¿Qué es lo que nos para y nos mantiene silenciosos?
En ocasiones, lo hacemos por vergüenza, por el qué dirán: ¡Qué pensarán de mí!
Otras veces nos gobierna la inseguridad. Nos da miedo resultar débiles, por ejemplo, ante un colaborador o un compañero de trabajo… como si reconocer o valorar su trabajo nos hiciera a nosotros peores.
Y, la mayoría de las veces, estamos tan ensimismados en el día a día, tan enfrascados en sacar adelante el trabajo, en resolver las dificultades que se nos presentan que nos olvidamos de los demás, anteponemos las cosas a las personas…
¿Y si empezamos a cambiar las cosas? Cada uno en nuestro jardín podemos empezar a sembrar las semillas y conseguir un enorme y hermoso jardín ¡Os aseguro que se puede! Y, además, ahora mismo, ¡es necesario!
Os propongo una tarea muy sencilla. Os invito a que cada día, al acostaros, repaséis mentalmente vuestras conversaciones o encuentros con amigos, familia, compañeros de trabajo… y os preguntéis:
¿He tenido la oportunidad de ser amable?
¿Ha habido algún momento en el que podía haber reconocido los logros o la buena actuación de alguna de esas personas?
¿Lo he hecho?
Si la respuesta es que sí, ¡fantástico! Eres de las personas que no dudan en expresar sus buenos sentimientos hacia los demás, en reconocer sus logros y en admitir lo importantes que son para ti.
Si la respuesta es no: ¡El primer paso ya está dado! Porque ya habéis hecho una cosa muy importante: os habéis dado cuenta de algo que tenéis que modificar en vuestra vida. Ahora, lo siguiente, es estar atento, tomar medidas para que no pase ni un solo día sin haber tenido unas palabras de reconocimiento, de ánimo, de cariño… hacia alguien. Poco a poco lo iréis logrando.
Cuando seáis capaces de hacerlo de forma natural, veréis cómo obtenéis muchísimo más de lo que habéis dado. Porque, como siempre os digo, el amor crece y se multiplica cuando se reparte. Y, cuando reconocéis a alguien por su buen trabajo, por estar ahí siempre, cuando le decís lo orgullosos que os hace sentir, la satisfacción que os produce compartir un rato con esa persona…. ¡la recompensa inmediata está en su mirada, en su sonrisa…en la felicidad que habéis provocado en la otra persona y que os va a hacer sentir de maravilla, en el amor que os vuelve multiplicado!
Veréis, en esta época de dificultad que nos ha tocado vivir, en la que la sonrisa es tan difícil de ver, ¿por qué no usar los gestos y las palabras de reconocimiento? El valor de las palabras y de los gestos es enorme. Ya habéis visto en la historia que fue capaz de poner en movimiento una pesada campana de plata que había permanecido silenciosa durante años.
Y vosotros, ¿os atrevéis a expresar vuestro amor a través de palabras y gestos? ¿Me lo contáis? ¡Hace tanta falta!