Motivación ¡Tú también puedes contagiarla!

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Motivación. En esta ocasión, mi post es una reflexión acerca de la motivación. Ese impulso que todos necesitamos, pero que también somos capaces de transmitir a los demás, ¿no os parece?

Seguro que cuando hablamos de amistad y motivación nos viene a la cabeza ese amigo con el que siempre queremos reunirnos porque es capaz de transmitirnos esa energía que, a veces, nos falta. ¿A qué lo tenéis en mente?

Pues esta semana, os propongo que seáis vosotros los que transmitáis esa energía, los que seáis capaces de motivar a los que nos rodean… ¿Os animáis a contagiar motivación a vuestro alrededor?

A continuación, reproduzco una historia -de la que desconozco el autor- y que va a contribuir a que fijemos esta idea de repartir motivación, de ser un motor de cambio. Se titula: Tú eres tu propia empresa

“Una empresa estaba en situación difícil: las ventas iban mal, los trabajadores y colaboradores estaban desanimados, y su situación financiera era crítica. Era preciso hacer algo para revertir ese caos. Pero nadie quería asumir nada.

Por el contrario, el personal lo único que hacía era hacer notar que las cosas iban mal y decían que no existían perspectivas de progreso. Ellos consideraban que alguien debería tomar la iniciativa de revertir ese proceso.

Un día, cuando los empleados llegaron a trabajar, encontraron en la portería un enorme cartel que decía: “Ha fallecido la persona que impedía el crecimiento de nuestra empresa. Usted está invitado a participar del velatorio en el pabellón de deportes”.

Al principio, todos se entristecieron por su muerte, pero luego de un tiempo sintieron curiosidad por saber quién había bloqueado el crecimiento de la empresa. La agitación en el pabellón era tan grande que fue preciso llamar a los guardias de seguridad para organizar una fila de acceso. A medida que las personas iban aproximándose al ataúd la excitación aumentaba.

  • ¿Quién era el que estaba impidiendo el progreso? ¡Qué suerte que este infeliz se murió!, se llegó a escuchar entre el tumulto.

Uno a uno, los agitados empleados se aproximaron al ataúd, miraron al difunto y se quedaron pasmados, en absoluto silencio, como si hubiesen sido heridos en lo más hondo de sus almas.

¿Qué había en el fondo del ataúd?

En el fondo del ataúd habían colocado un espejo. Y en él, estaba escrita la siguiente leyenda:

“Si siempre haces lo que siempre hiciste, siempre obtendrás lo que siempre obtuviste”

Tu eres tu propia empresa, y el mundo la empresa de todos”.

¿Y si en lugar de lamentarnos nos ponemos manos a la obra? ¡Y no solo eso! ¿Si somos los primeros en alentar al resto a ponerse en marcha? Seamos dueños de nuestra responsabilidad para que sucedan las cosas que queremos. ¡Qué maravilla! ¿No os parece? Creo que es maravilloso pensar que, con nuestra actitud ante los desafíos, ante las dificultades somos capaces de cambiar, no solo nuestro día a día sino también el día a día de los demás, somos capaces de modificar actitudes…

La semana pasada os lanzaba una reflexión sobre el trabajo en equipo. ¡Pues bien! Esta semana podemos añadir a todas las claves que pueden ayudarnos a trabajar en equipo, la motivación.

¿Crees que eres capaz de motivar a las personas que te rodean?

En esta ocasión no quiero referirme solo a los compañeros de nuestra vida laboral sino también a nuestros familiares y amigos. Porque si es importante rodearse de personas capaces de motivarnos también es importante que nosotros seamos capaces de transmitir esa energía positiva, ese ímpetu a los que nos rodean.

¿Sabéis cuál es la primera premisa para contagiar motivación?

¡Olvidarnos de los lamentos! ¡Sí! ¿De qué nos sirve seguir quejándonos de cosas que ya no van a cambiar? En lugar de eso, vamos a preguntarnos ¿qué voy a hacer a partir de ahora para volver a poner en marcha mi vida? ¿Qué he aprendido de todo lo que he pasado? ¿Cómo voy a aplicar ese aprendizaje en mi día a día?

Cuando olvidemos el ‘por qué’ y empecemos a aplicar el ‘para qué’ y el ‘qué voy a hacer’ habremos conseguido cambiar de actitud y conseguir esa energía tan necesaria para seguir. Y eso se nota. Os lo aseguro. Lo notan las personas que trabajan con nosotros (compañeros, clientes, jefes…), lo nota nuestra familia y lo notan nuestros amigos. Y es entonces cuando nos convertimos en ese elemento motivador tan necesario en estos momentos.

¿Os acordáis de esa frase que tanto utilizo en mis conferencias? Todos tenemos la oportunidad de hacer de nuestro jardín un sitio especial. Y cuando cambiamos nuestro jardín contribuimos a cambiar el jardín de las personas que nos rodean. ¡Pues lo mismo ocurre cuando elegimos ser esos transmisores de motivación! Puede que no seamos capaces de cambiar el mundo, pero seguro que contribuimos a cambiar la forma de actuar de los que nos rodean.

Así que os animo a aprender tanto de los éxitos como de los fracasos, a observarlos como una experiencia más que nos hace madurar, a buscar la manera de hacerlo mejor la próxima vez, a perfeccionar nuestra forma de actuar y a ¡hacerlo! Cuando hayamos adoptado esa forma de mirar la vida, como un aprendizaje del que hay que disfrutar, habremos mejorado nuestro jardín y seremos capaces de trasladar esa actitud al resto de personas con las que compartimos nuestro camino.

Os aseguro que contagiar motivación a los que nos rodean es uno de los mayores regalos que os puede hacer la vida. Saber que alguien ha sido más feliz porque tú has pasado por su vida… ¿No es fantástico? ¿Te animas ahora a contagiar motivación?

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