Comunicación efectiva. ¿Qué persona eres en realidad?

Comunicación. ¿Os parece que esta semana reflexionemos acerca de cómo nos comunicamos? ¿De qué trasladamos a los demás de nosotros mismos? Si somos esa persona que todos ven o si, por el contrario, mostramos una cara equivocada a los que nos rodean porque nuestra comunicación no es la adecuada.
¿Sabéis cómo conseguir una comunicación adecuada?
En este post vamos a intentar reflexionar para obtener unas claves para conocernos tanto como personas que no tengamos dudas a la hora de comunicar nuestra esencia a los demás. Y, para ello, he escogido una historia ‘El cuento del monje y el general’ que me parece una maravilla y que nos puede ayudar a despertar nuestro YO verdadero.
“Cuentan que, en el receso de una batalla, el general de un poderoso ejército se presentó en el templo donde moraba un monje que tenía fama de ser la persona más sabia de su tiempo y una de las más dotadas espiritualmente.
Su único deseo era saludarlo, ya que ambos habían compartido tristezas y alegrías de la infancia en una pequeña aldea, no demasiado lejana del lugar donde se levantaba el templo.
Cuando uno de los aspirantes lo recibió en la entrada del templo, el general dijo:
- Dígale al maestro que el general Kitagaki está aquí para verlo.
El discípulo entró en el templo y volvió a salir después de unos minutos.
- El maestro dice que no puede verlo, dice que no conoce a ningún general.
- Sin duda, se trata de un malentendido. Dígale al maestro que volveré mañana, dijo el visitante con cara de sorpresa.
Al día siguiente, el general volvió a presentarse frente al templo. En el camino había estado pensando que quizás hubiera más de un maestro en el templo. “Seré más claro esta vez”, pensó Kitagaki. Así que cuando un discípulo salió a recibirlo, le dijo:
- Dígale al maestro Ho que el general Kitagaki está aquí para verlo.
El joven hizo una reverencia y entró al templo. Al salir, su respuesta fue idéntica a la del día anterior.
- El maestro Ho dice que no puede verlo, y que no conoce a ningún general.
- Dígale que regresaré mañana –dijo otra vez Kitagaki.
Antes de retirarse agregó ofuscado:
- Y dígale que más le vale no negarse de nuevo a verme, apostilló muy molesto.
Aún no había salido completamente el sol la siguiente mañana cuando Kitagaki se detuvo de nuevo frente a las puertas del templo tofuku y, utilizando su voz firme y sonora, se anunció frente al discípulo que esperaba:
- Dígale al maestro que el general Kitagaki, líder del Ejército del Sur, demanda verlo.
Nuevamente el discípulo desapareció dentro del templo y al regresar repitió:
—El maestro dice que no puede verlo pues no conoce a ningún general ni tiene idea de qué es el Ejército del Sur. Pero le envía esto.
Entonces le tendió al militar un pequeño caballito de madera, el tipo de juguete que habría usado un niño de cinco años.
De pronto, aparecieron en la memoria de Kitagaki imágenes de la pequeña aldea en la que había crecido, oyó las voces de los niños corriendo y la suya propia, cuando jugaba con figuras de madera como la que, en ese momento, tantos años después, tenía entre sus manos. Permaneció un minuto en silencio y luego se dio cuenta de su error:
- Pídele disculpas al maestro. Dile que su viejo amigo Kitagaki está aquí para verlo.
El aspirante a monje volvió al interior del templo y, al cabo de unos minutos, salió acompañado del maestro, que, abriendo los brazos hacia Kitagaki, dijo:
- ¡Viejo amigo! ¡Qué gusto que estés aquí! ¡Hace tres días que te estoy esperando!”
¡Qué importante es conocernos, conocer nuestro verdadero vínculo con los demás y saber comunicarlo! ¿Verdad?
¿Te acuerdas lo que eras antes de ser… abogado, gerente de tu empresa, emprendedor, médico, dependiente, escritor, padre o madre, estudiante? ¡Pues ese eres tú!
En ocasiones, nos es más fácil presentarnos por lo que hacemos. Pensamos que somos más valiosos ante los demás cuando nuestra comunicación con ellos es desde el puesto que ocupamos, desde el trabajo que desempeñamos ¿verdad? Y no está mal mientras estamos trabajando, mientras somos esa persona, ese médico que trata de paliar el dolor o de curar una enfermedad, por ejemplo. Pero ese médico no es sólo la suma de conocimientos y la experiencia que acumula. Es mucho más. Es hijo de alguien, quizás también padre y pareja de una persona, amigo de otras, hermano… Aspectos fundamentales y que nos pueden identificar más con nuestra esencia, ya que han influido anteriormente para ser un buen médico hoy.
¿Creéis que Rafa Nadal ha llegado hasta donde está solo por entrenar el juego? ¡Claro que no! Cuando vemos un partido de Rafa Nadal detectamos todo lo que es este deportista: luchador, entusiasta, perseverante… no se desanima, nunca da un partido por perdido y siempre, siempre, muestra un gran respeto por el oponente. ¿No os parece que Rafa Nadal es más que un tenista?
¡Y sabe comunicarlo!
¿Qué tal si nosotros también aprendemos de comunicación? Pero no de comunicación de negocios o de Redes Sociales… de saber mostrar a los demás lo que somos con nuestros gestos, nuestra mirada y nuestras palabras lanzadas…desde lo más hondo del corazón. ¡Porque seguro que todos nosotros tenemos muchas cosas de las que sentirnos orgullosos!
- Lo primero que hemos de hacer es conocernos a nosotros mismos. Si no sabemos cómo somos, cuáles son nuestras características personales que tienen un valor para nosotros… ¿Cómo los vamos a comunicar? Os animo a que hagáis una lista con vuestros puntos fuertes (como cuando analizamos las fortalezas de un proyecto en una empresa o de un equipo de trabajo).
- Ahora que ya conocemos esos valores que poseemos, os animo a pensar ¿en qué puedo utilizar esto para mi día a día y, sobre todo, para el día a día de nuestros seres queridos, de nuestros amigos, de nuestros compañeros o en nuestro equipo de trabajo? ¿Somos muy optimistas? ¿Somos luchadores, ordenados, capaces de perdonar sin rencor…?
- ¿Qué esperas para hacerlos públicos? ¿Te imaginas que fueras capaz de conseguir una comunicación que transmitiera todo lo que, de verdad, eres? ¡Es posible! Cuando interiorices que puedes ayudar a los demás con lo que eres, entonces ¡podrás comunicarlo! Como lo ocurrió al guerrero. Cuando se dio cuenta que lo que le importaba al monje sabio era que su amigo de la infancia había ido a verle, abandonó su papel de jefe de los ejércitos y despertó al niño que una vez fue y que todavía tenía dentro.
Mirad, nuestra valía profesional es muy importante. ¡Mucho! Pero no podemos olvidar que no se compone solo de conocimientos teóricos aprendidos, de experiencia… nuestra valía también somos nosotros, nuestra esencia. Esas fortalezas que poseemos desde niños y que hemos ido desarrollando desde pequeños. Eso es lo que nos hace seres únicos para los demás. Eso es lo que hacía único al general a los ojos del monje sabio.
Y tú, ¿te animas a mejorar tu comunicación? ¿Te animas a dejarte ver, a mostrarte como persona?