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¿Conoces el valor del apoyo de los demás?

el valor del apoyo de los demás

El valor del apoyo de los demás, ¿lo conoces? Esta semana quiero que reflexionemos acerca del valor de la cooperación de los demás en nuestros proyectos, de la importancia del apoyo de los que nos rodean en nuestra vida, en nuestro trabajo, en nuestros sueños… Y, para comenzar, quiero -como es habitual- haceros una pregunta que espero que podáis responder al terminar de leer este post:

  • ¿Con quién cuentas para ayudarte a alcanzar tus metas? ¿Quién te apoya en todos tus proyectos y colabora para que se lleven a término?

Para acompañar esta reflexión he elegido una historia ficticia, aunque durante años se ha atribuido a la biografía del gran artista Durero. Cuenta lo siguiente:

“En el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nürenberg, vivía una familia con varios hijos. El padre trabajaba casi 18 horas al día en las minas de carbón para poder alimentar a toda la familia, y no decía que no a cualquier otra cosa que se presentara.

Dos de sus hijos tenían un sueño: querían dedicarse a la pintura, pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia. Después de muchas noches de conversaciones calladas, los dos hermanos llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda, y el perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara… Al terminar los estudios, el ganador pagaría entonces los suyos al que quedara en casa con la venta de sus obras. Así, los dos hermanos podrían ser artistas.

Un domingo, al salir de la Iglesia, lanzaron al aire la moneda que, al caer, dio la suerte a uno de ellos, Albrecht Durero, quien se marchó a estudiar a Nüremberg. Mientras, el otro hermano, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció durante los siguientes cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia. Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y cuando se graduó ya había comenzado a ganar considerables sumas con su arte.

Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero se reunió para una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado trabajando en las minas para hacer sus estudios una realidad. Y dijo:

– “Ahora, hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos.”

Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba su hermano. Pero éste, con el rostro empapado en lágrimas, se puso en pie y dijo suavemente:

– “No, hermano, no puedo ir a Nüremberg. Es muy tarde para mí. Estos cuatro años de trabajo en las minas han destruido mis manos. Cada hueso de mis dedos se ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis. No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño.”

Más de 450 años han pasado desde ese día. Y esta es la historia que se cuenta para explicar esa poderosa obra que Durero llamó ‘Manos’, unas manos maltratadas, con las palmas unidas y con los dedos apuntando al cielo como en una oración.

¿Eran las manos de su hermano? ¡Probablemente no! Probablemente todo sea una leyenda porque la biografía del gran artista Durero no se corresponde con esta historia familiar, pero es un cuento precioso que nos sirve para reflexionar sobre lo que contribuyen los demás a nuestro propio éxito.

Y, en este caso, esta historia sirve para regresar al principio del post en el que os propuse que reflexionáramos acerca del valor de lo que, generosamente, nos aportan los demás para ayudarnos a alcanzar nuestras metas. Y, sobre la necesidad que tenemos de darnos cuenta de ello, de no pecar de falso orgullo y de ser agradecido. Porque, cuando nos sentimos orgullosos por algo que hemos logrado, por esa meta que hemos alcanzado, por ese objetivo cumplido… a veces, se nos olvida mirar un poco a nuestro alrededor para ver en qué medida han contribuido los que nos rodean en conseguir ese pequeño logro.

¿Quién nos ha permitido, asumiendo trabajos extraordinarios además de los suyos cotidianos, dedicar el 100% a ese proyecto tan absorbente? ¿Quién se ha encargado de asumir individualmente tareas que hasta entonces compartíamos? ¿Cuánto han trabajado o trabajan tus padres para que tú puedas estudiar o aprender eso que tanto deseas o cumplir ese sueño que tenías desde pequeño? ¿Quién ha sacrificado fines de semana enteros para que tú pudieras concentrarte en esa profesión dónde encuentras tu verdadera vocación…?

Cuando respondas a estas preguntas, ¡corre! Ve y agradece a los que te han acompañado o te acompañan en el camino… que sepan que eres consciente de que parte de ese éxito es de ellos, es gracias a su esfuerzo, a su sacrificio. Os aseguro que el éxito sabe mucho mejor cuando se comparte con los tuyos, con esas personas que te han ayudado en el camino…con esas personas que, en lugar de ponerte obstáculos te han allanado el terreno para que tu esfuerzo sea menor.

Te invito a que, si todavía no lo has hecho, tomes consciencia de quién te ha ayudado a llegar al lugar en el que te encuentras, que te des cuenta del valor de las personas que te acompañan y que te han ayudado a alcanzar tus metas. Cuando te hayas dado cuenta de quién es esa o esas personas que te han ayudado, no pierdas ni un segundo en darle las gracias. Y que nunca más se te olvide que nadie triunfa solo.

Y tú, ¿con quién o quiénes cuentas para alcanzar tus metas? ¿Conoces el valor de los que te han apoyado para conseguir lo que deseabas? ¿Cuándo se lo vas a agradecer de forma explícita?

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