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La vida. Un aprendizaje continuo

Aprendizaje

Aprendizaje. Mi reflexión de esta semana es acerca del aprendizaje constante en la vida. ¡Qué maravilla! ¿Verdad? Nunca dejamos de aprender de los demás. Siempre hay alguien a nuestro alrededor que puede enseñarnos algo. ¿Os habéis dado cuenta? Dicen que mientras uno sigue aprendiendo se mantiene vivo… Y creo firmemente en ello, ¿no os parece?

Me encanta la historia que voy a compartir y me gustaría que la leyerais para comprender un poco más lo que la vida nos puede dar cada día y todo el aprendizaje que podemos obtener de la actitud de los demás. La historia se titula ‘El comprador de gratitud’ y pertenece a los Cuentos de la China Milenaria de Gatón y Hwang.

“Hace mucho tiempo, en un lejano reino de China, vivía un ministro llamado Mong. Un día se presentó en su palacio un joven muchacho que buscaba trabajo.

  • ¿Qué sabes hacer?, le preguntó el ministro.
  • Nada, señor –respondió el joven- pero aprenderé lo que sea necesario. Soy honrado y os serviré con lealtad.

A Mong le gustó la seguridad del joven y decidió contratarlo. Ordenó que le dieran una habitación, ropas adecuadas, suficiente comida y un pequeño sueldo.

Tiempo después, llegaron a palacio noticias sobre la lejana aldea de Sue. Los vecinos llevaban años sin pagar sus impuestos y la deuda contraída sumaba una importante cantidad. Además, tres enviados del ministro habían tenido que huir porque los habitantes de la aldea amenazaban con matarlos.

  • ¿Por qué no dejáis que vaya yo a la aldea? – le rogó el joven sirviente al ministro.
  • Es una misión muy peligrosa –respondió Mong- ¿Sabes que arriesgas tu vida?
  • Sí, señor. Pero ya es hora de que yo corresponda a vuestra generosidad.

El ministro Mong accedió a los ruegos del joven y ordenó que prepararan todo lo necesario. Antes de irse, el muchacho se presentó ante el ministro y le preguntó:

  • ¿Queréis que os traiga algo de aquel lejano lugar?
  • No necesito nada. Pero, si quieres, antes de partir, mira en el palacio y si me falta algo tráemelo.

El joven dio una vuelta por el palacio para ver qué le faltaba al ministro y luego partió hacia la aldea. Cuando llegó allí, los vecinos le recibieron con cara de pocos amigos. El joven habló con los vecinos, examinó sus deudas y después dijo:

  • Mi señor ha decidido perdonaros lo que debéis. Estáis libres de cargas.
  • ¡Que la fortuna acompañe a nuestro dadivoso señor! –exclamaron los vecinos.

Cuando días después el joven regresó a palacio, el ministro le mandó llamar y le preguntó si había cobrado las deudas.

  • Pues… veréis, señor –contestó el joven-. Después de mirar en el palacio comprendí que erais un hombre inmensamente rico, pero que había una cosa que no teníais: el cariño y el agradecimiento de la gente. Por eso decidí perdonar las deudas y traeros a cambio este regalo: la gratitud de todo un pueblo.

El ministro Mong no supo qué decir. Desde luego, aquel muchacho tenía toda la razón, aunque por su culpa había perdido una importante suma de dinero. Ante el asombro de todos, Mong decidió perdonar al joven sirviente y olvidar lo ocurrido.

Pasados los años, una terrible invasión obligó a Mong a abandonar su palacio y a huir.

  • No os preocupéis, señor –dijo el joven sirviente-. Iremos a un lugar en el que seremos bien recibidos.

Entonces el muchacho llevó a Mong a la aldea de Sue. Cuando llegaron allí, los vecinos los recibieron entre aclamaciones.

  • No hemos olvidado lo que hiciste por nosotros –dijeron los vecinos-. ¡Te debemos gratitud eterna, señor Mong!

Y así fue como Mong pudo pasar el resto de sus días en aquella pequeña aldea, gracias al regalo que años atrás le había hecho su joven sirviente: el cariño y la gratitud de todo un pueblo”.

¿Qué os parece? Esta historia de aprendizaje tiene una doble reflexión:

  • Por un lado, que nunca sabemos de quién puede venir ese aprendizaje en la vida. En este caso, un joven sin formación ni profesión le brindó una de las mayores enseñanzas a un poderoso ministro. Y, no solo eso, sino que le salvó la vida.
  • Pero, además, esta historia demuestra lo lejos que puede llegar una acción de generosidad. Como llegamos mucho más lejos con la generosidad que con la avaricia, con la ternura que con la fuerza.

La vida es un aprendizaje continuo, ¿no creéis? Y cualquier persona puede ser maestro. Porque todos somos maestros y aprendices.

Con esta reflexión me gustaría incentivar nuestro papel de aprendices. ¿Os animáis? Pero para ser aprendices me gustaría contaros algunas claves:

  • Despojaros de cualquier prejuicio. ¡Sí! Todas las personas que nos rodean pueden enseñarnos algo. Podemos aprender de ese compañero de trabajo, del vecino con el que nos cruzamos cada día, de nuestros hijos pequeños, de nuestros hermanos, pareja, o de nuestros ancianos padres… Cada uno de nosotros tenemos una experiencia diferente que puede ayudar a otras personas en algún momento de su vida.
  • Estar atentos. Escuchar. Porque es importante que, cuando tengamos claro el primer punto, seamos capaces de captar ese aprendizaje. Y, para ello, hemos de observar la actuación del resto. Hemos de detectar esa actitud, ese comportamiento del que podemos obtener un aprendizaje. En casa y en el trabajo. Con amigos y con compañeros de profesión. ¡Siempre es posible aprender alguna cosa que nos valdrá en la vida!
  • Atrevernos a poner en práctica eso que hemos aprendido. ¿Os imagináis que el ministro hubiera decidido volver a la aldea y utilizar la fuerza, en lugar de seguir el consejo del joven de perdonar las deudas y obtener gratitud? Pues en el día a día también hay que ser valientes. Para aprender de los demás hay que ser humilde y valiente, ¡no lo olvidéis! No pasa nada si nos equivocamos, de los errores también se aprende.
  • Y, por último, disfrutar del aprendizaje. Porque es una de las cosas que más satisfacción produce, ¿no os parece? Haber aprendido algo nuevo y que esto nos haya empujado a ser mejores. Ser mejores personas, ser mejores profesionales, ser mejores amigos… ¡Qué maravilla!

¿Os animáis a seguir aprendido algo nuevo cada día de los demás? ¿Aceptáis el reto?

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