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¿Eres individualista? ¿Te atreves a pedir ayuda?

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¿Eres individualista? ¿Te cuesta pedir ayuda? Esta semana os invito a reflexionar acerca del individualismo y, por contraposición, del trabajo en equipo. En los últimos tiempos, y debido a la pandemia de COVID-19 que nos ha obligado a teletrabajar desde la soledad de nuestros hogares, puede que para muchas personas sea complicada la vuelta a la oficina, la vuelta a trabajar en equipo. Por eso, quiero ahondar en el individualismo frente al trabajo en equipo.

Y vosotros, ¿En qué lado de la balanza os situáis?

Como es habitual, he escogido una historia para comenzar el post. En esta ocasión, se trata de un cuento de Ramiro Calle:

“Había una vez un discípulo que resultaba excesivamente individualista y que por ello consideraba que todas las comunidades espirituales o las escuelas eran innecesarias e incluso absurdas. A menudo se decía:

  • Si cada uno tiene que conseguir por sí mismo llegar a la iluminación, ¿para qué es necesaria la ayuda de los otros?

Un día se entrevistó con un mentor espiritual y le expuso su punto de vista.

El mentor dijo:

  • Fíjate, amigo mío, precisamente quería proponerte una tarea y así ganarás un poco de dinero que te puede venir muy bien. En mi Monasterio hay una roca inmensa que no puedo mover. Me gustaría que alquilases una mula y la cambiaras de sitio.
  • Lo haré de sumo agrado. Pero a cambio no quiero ninguna suma de dinero, sino saber si son o no necesarias las escuelas espirituales.
  • De acuerdo —convino el mentor—. Cuando hayas acabado el trabajo te contestaré.

El discípulo alquiló la mula e intentó mover la roca, pero era esta tan pesada que el animal no podía con ella. Por esta razón, se decidió a alquilar otra mula, pero los dos animales tampoco lograron acarrearla. Alquiló una tercera y tampoco fue posible trasladar la pesada roca. Finalmente, alquiló media docena de mulas y entre todas sí consiguieron transportar la colosal piedra. Después acudió a visitar al maestro a la espera de la anhelada respuesta.

El mentor dijo:

  • ¿Todavía necesitas una respuesta cuando has tenido que recurrir a media docena de mulas para poder mover la roca que una sola no podía?

Al instante el discípulo comprendió.

El mentor agregó:

  • Cada persona es su propia vía, pero hasta el más intrépido escalador requiere la ayuda de los otros.”

¿Qué os parece? En otras ocasiones ya os he hablado de las bondades del trabajo en equipo, de lo importante que es sumar en una organización, unir fuerzas y crear algo grande entre todas las personas que forman parte del equipo.

Generalmente, las personas necesitamos ayuda de otras personas. Un buen equipo está integrado por miembros que se complementan y que son capaces de superar los obstáculos diarios, precisamente por eso, porque son complementarios y pueden aportar soluciones diversas a un mismo problema.

Frente al trabajo en equipo, esta semana quiero hablar del individualismo. De esa forma de actuar en el trabajo o en la vida personal centrada en nuestros propios intereses. Y no… No se trata de que la persona individualista no se esfuerce o tenga una falta de compromiso con el trabajo, sino que es incapaz de comprometerse con el equipo, con los compañeros.

Como os he comentado al inicio del post, en los últimos tiempos nos hemos tenido que adaptar al trabajo en soledad. Aunque, en muchas ocasiones, las nuevas tecnologías nos han permitido seguir trabajando en equipo, compartir reuniones, vernos las caras… también es verdad que muchos de nosotros nos hemos desvinculado del día a día en la oficina y, a veces, ha salido a la luz nuestro lado más individualista. Ese que nos hace concentrarnos en la tarea, pero que nos hace olvidarnos que somos más… que hay personas que pueden ayudarnos a ser mejores o a obtener un mejor resultado.

Y es tarea del líder, volver a encauzar ese equipo. ¿Cómo hacerlo? Me he permitido señalar algunos puntos que, creo, pueden ayudarnos a volver a configurar los equipos de trabajo que tan buenos resultados nos han dado en otras ocasiones:

  • Dejar claros los roles de cada uno. Cuando se crea un equipo de trabajo, el papel que cada miembro de la organización desempeña en él, debe de quedar claro. Cuando las personas que integran el equipo de trabajo tienen claro su papel, saben actuar conforme a las pautas marcadas y acaban trabajando en equipo porque necesitan de los demás para concluir las tareas.
  • Comunicación. Es imprescindible facilitar la comunicación entre los miembros del equipo. Cuando creamos un equipo de trabajo tenemos que ser capaces también de crear canales de comunicación fluidos entre ellos que resuelvan las posibles dudas o dificultades que puedan surgir.
  • Hacer públicos los logros. ¡De todos! Hay que ser capaz de felicitar por los logros obtenidos. Y hacerlo a todo el equipo. De esta forma, hasta la persona más individualista puede sentirse satisfecha del trabajo que ha realizado formando parte de este equipo.
  • Respetar la individualidad de cada uno. No todos los miembros de un equipo de trabajo tienen las mismas circunstancias personales ni la misma forma de ser. Trabajamos en equipo, pero somos distintos y precisamente por ello ¡somos un gran equipo! ¿Qué tal si lo hacemos notar? De esta forma nadie estará incómodo por ser diferente al resto…

¿Os parece que comencemos a trabajar cómo integrar el individualismo en el trabajo en equipo? ¿Os animáis a aportar vuestro saber hacer en vuestro equipo de trabajo? ¿Os atrevéis a retomar el trabajo en equipo?

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