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Tiempo. ¿Disfrutas de cada momento?

Tiempo

Tiempo. ¿Disfrutas de cada momento de tu vida? ¿Quieres que aprendamos a darle valor a cada segundo de nuestro día? Esta semana me encantaría acompañarte en esta reflexión sobre el tiempo, sobre el valor que le damos, en qué lo empleamos y si estamos dispuestos a aprovechar cada momento del día. ¿Te atreves a reflexionar conmigo?

Para hacer un poco más amena esta reflexión he traído un cuento de la colección ‘Cuentos para dormir’, de ‘Cuentopía’, llamado ‘El inagotable pozo de las maravillas’.

“Loren era un niño al que lo que más le gustaba era estar tumbado mirando al techo, o sentado tranquilamente ante el televisor. Sabía que a sus padres no les gustaba mucho que pasara tantas horas así, pero le gustaba la comodidad de aquella vida y, después de todo, tampoco iba tan mal en el colegio…

Cierto día, saliendo de excursión, Loren se sentó un rato a descansar y cuando quiso darse cuenta, se había descolgado del grupo y estaba perdido. Pero justo entonces, al ponerse en pie, se quedó de piedra al descubrir un pequeño enano que caminaba rápidamente entre los árboles. Iba tan enfadado gruñendo y gritando, que no se dio cuenta de que una gran roca bajaba rodando por la colina. Y de no ser por los reflejos de Loren, que saltó para apartar al enano, la roca lo hubiera aplastado.

Tras recuperarse del susto, el enano se mostró tan agradecido, que no dejó de insistir hasta convencer a Loren para que le acompañase a un lugar secreto de los enanos.

Así, caminando por entre las montañas, llegaron a un pequeño claro en cuyo centro se veía algo parecido a un pozo.

  • Este es un pozo mágico -explicó el enano-. Cada poco tiempo aparecen unos regalos estupendos, y quien está aquí cuando salen, puede quedarse con ellos y disfrutarlos cuanto quiera.

Loren no sabía si creerse aquella historia, pero en aquel mismo instante surgió del pozo una bicicleta impresionante.

  • ¿Puedo quedármela? – preguntó Loren.

Loren se acercó y estuvo durante un buen rato mirando la bici, emocionado. Finalmente, la probó.

Pero no por mucho tiempo, porque sin previo aviso todo desapareció, y el trasero de Loren acabó de golpe en el suelo. Y se hubiera enfadado mucho con el enano, de no haber visto salir del pozo el disfraz de su héroe favorito, con todos sus complementos especiales. Otra vez estuvo contemplando aquella maravilla unos minutos, y otra vez, al poco de vestirse completamente y comenzar a jugar, el regalo desapareció.

Y así fue desfilando ante los ojos de Loren todo aquello que más le gustaba, pero ni una sola cosa duró mucho tiempo. Al principio, el niño se enfadó, pues quería conservar todo aquello para llevarlo a casa, pero comprendiendo que no iba a ser posible, se conformó con disfrutar cada una de las maravillas que el pozo ofrecía, hasta que no pudo más.

Cuando descansaba junto a su amigo el enano, este le explicó que así había funcionado siempre aquel pozo: constantemente hacía regalos maravillosos, y constantemente esos regalos desaparecían poco después. Y le contó también cómo todos terminaban aceptando que el pozo era mejor así, ofreciendo algo nuevo cada vez.

El tiempo pasó tan rápido que cuando se dieron cuenta todo el mundo llevaba horas buscando a Loren. Al oír los gritos, el enano salió huyendo, y sólo tuvo tiempo de decir:

  • No puedo dejar que me vean, ni que recuerdes dónde está este lugar. Pero para que no me olvides te haré un regalo.

Con el jaleo que se armó cuando lo encontraron en medio del bosque, Loren se olvidó de su regalo hasta unos días después. Decidió abrirlo encerrado en su cuarto, como si se tratara de un secreto, sólo para descubrir que era un simple reloj de mesa con una imagen de Loren jugando junto al pozo.

¡Enano bromista!, pensó, ya me parecía que tener una copia del pozo sería demasiado. Y se sentó sobre la cama a practicar su especialidad de dejar pasar el tiempo. Pero cuando la aguja del reloj avanzó cinco minutos, un pequeño resplandor salió del mismo, y su alegre imagen se deshizo en mil pedazos, para cambiarse por la de un niño solitario y aburrido. Y lo mismo ocurrió cinco minutos después, y cada vez que pasaban cinco nuevos minutos en los que no había hecho nada.

Loren empezó a comprender ¿Y si los regalos del pozo fueran los propios minutos? ¿Sería eso a lo que se refirió el enano con saber mirar? Así todo tendría sentido: por eso no podía acumular regalos, porque el tiempo no puede pararse, y por eso tenía que aprovechar los regalos que llegaban, porque una vez que se esfumaban ya no volverían nunca. Entonces pensó en sus propios minutos, todos esos que pasaba ante el televisor o tumbado en su cuarto ¡no volverían nunca! Y se dio cuenta de que, como con los regalos del pozo, tenía que empezar a disfrutarlos cuanto antes.

Desde entonces parecía que hubiera dos o tres Loren en casa. Allá donde estaba, aprendía a abrir los ojos para descubrir a cada momento qué fantástico regalo le había hecho el pozo del tiempo. Y aprendió a ver un libro que no había leído, un juego al que no había jugado, un amigo con el que no había hablado, una lección que no había aprendido… De cada cosa que le rodeaba aprendió a hacer un regalo que disfrutar al máximo. E incluso, cuando veía el televisor, parecía que miraba con más interés, porque ya no estaba dispuesto a desperdiciar ninguno de los regalos del pozo mágico del tiempo”.

Y vosotros, ¿os animáis a abrir los ojos? ¿A aprovechar cada segundo de vuestro día? ¡Y no! No se trata solo de nuestro tiempo de trabajo, sino de no dejar pasar el día sin haber compartido algún momento, una llamada… con un familiar o amigo, sin habernos dedicado un momento o sin haber dado las gracias y repartido alguna sonrisa.

Porque aprovechar el tiempo también significa descansar. ¡Por supuesto! De hecho, para poder aprovechar bien el día tenemos que estar descansados. Así, que ¡primer apunte!, intentemos aprovechar los descansos. ¡Pero de verdad! Con una desconexión total. Si podemos hacer una pausa a media mañana. ¿Qué tal compartir ese momento con compañeros de trabajo para charlar del fin de semana, de libros, de películas…? ¡Dejemos al lado el móvil y compartamos ese momento de descanso!

Planificar. Esta es una pauta que a mí me funciona. Planificar mis tareas. Distinguir entre tareas urgentes e importantes. Dar un tiempo a cada una de ellas. Felicitarnos cada vez que superemos una de ellas y abordar la siguiente. ¡Veréis que maravilla! La satisfacción del trabajo bien hecho es una fuente de disfrute ¡os lo aseguro!

Cuidarnos. ¡Qué importante para disfrutar de verdad del día a día! Y cuidarnos significa no descuidar nuestro rato de ejercicio. Puede ser un paseo matutino o al final del día, una clase de baile o de gimnasia, ir en bicicleta o correr… ¡todo vale! Junto al ejercicio físico es importante cuidar nuestra alimentación y prestar atención al tiempo que dedicamos a comer. Olvidémonos de comer frente al ordenador o de pie haciendo mil cosas a la vez. Disfrutemos de cada bocado y de ese momento de relax y, en ocasiones, de compañía y charla familiar.

Cuidar a los que nos rodean. Porque además de cuidarnos hemos de prestar atención a los que nos rodean. Ese tiempo que pasamos con ellos es el tiempo mejor aprovechado. Dediquemos unos minutos a nuestros pequeños, a nuestra pareja, a ese amigo que nos necesita… Es una de las mejores maneras de disfrutar del tiempo.

Proyectar. ¡Sí! ¿Sabéis lo que supone tener un proyecto? ¡Significa tener una ilusión! Esa motivación que nos mueve día a día, que nos hace sentirnos vivos y que nos anima a aprovechar cada segundo de nuestro tiempo, a no descuidar los momentos y a trazarnos metas. Y significa también ilusionar a los que nos rodean, ¡tan importante estos días!

¿No os parecería maravilloso vivir todos los segundos de nuestra vida? ¿Os atrevéis a aprovechar el tiempo? ¿Os animáis a conseguir que vuestro tiempo, ese regalo que tenemos cada día, cuente?

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