¿Qué cosas te hacen realmente feliz?
Hoy quiero que descubramos juntos qué es lo que nos da felicidad. Por eso quiero que os formuléis esta pregunta: ¿Qué cosas te hacen feliz?, pero feliz de verdad. No se trata de un instante de euforia o de una felicidad pasajera… ¿qué es lo que te hace sentir bien, satisfecho, pleno…?
Quiero reflexionar sobre ello porque, en ocasiones, nos pasamos la vida buscando la felicidad y ni siquiera sabemos detectar qué es lo que nos hace realmente felices.
A veces son pequeñas cosas (la mayoría de las veces) las que nos hacen sentirnos jubilosos, alegres, satisfechos…en definitiva, felices. Un paseo por la playa al atardecer acompañado de esa persona que tanto amamos, una sonrisa de nuestro hijo al volver del colegio o el abrazo caluroso de un amigo justo en ese momento que tanta falta nos hace.
Otras veces son cosas que nos ha costado mucho esfuerzo conseguir. ¡Pero no! No me refiero a cosas materiales. Generalmente, lo que nos hace más felices son cosas que hemos trabajado, que hemos conseguido con mucho esfuerzo. Los que estéis estudiando lo entenderéis perfectamente: es esa sensación de orgullo y descanso que se produce después de sacar ¡con nota! ese examen tan complicado, que tantas horas y esfuerzo nos ha costado preparar. ¿Os acordáis de esa sensación?
En ocasiones somos felices por compartir un momento en familia o entre amigos, por preparar un viaje corto en compañía de nuestros seres queridos o por disfrutar de ese instante mágico de abrir un libro por primera vez sin saber bien qué esconden sus páginas…
Mirad, si os dais cuenta la felicidad, lo que realmente nos hace felices, no son las grandes cosas sino esas pequeñas cosas que podemos conseguir cada día y que, en ocasiones, la falta de tiempo por la dedicación a la búsqueda de la felicidad absoluta nos impide disfrutar.
Os voy a contar una historia que me parece que nos ayudará a todos a reflexionar sobre lo que verdaderamente nos hace felices:
“Una tarde de otoño, un hombre llegó a casa tarde del trabajo. Estaba cansado e irritado cuando se encontró a su hijo de 5 años esperando en la puerta.
– “¿Papá, puedo hacerte una pregunta?”, le dijo el pequeño.
– “Sí… ¿cuál es?” contestó el hombre.
– “¿Cuánto ganas en una hora?”
– “Eso no es asunto tuyo. ¿Por qué preguntas eso?”, dijo el hombre enojado.
– “Sólo quiero saberlo. Por favor, dime, ¿cuánto ganas en una hora?”, repitió el pequeño.
– “Si quieres saberlo, en una hora gano 20 euros.”
– “¡Oh!”, contestó el pequeño, cabizbajo. Volviendo a mirarlo, dijo:
– “¿Puedo pedirte prestados 10 euros?”
El padre se puso furioso:
– “Si la única razón por la que me has preguntado eso es para poder pedirme prestado dinero para comprar un juguete tonto o alguna otra cosa sin sentido, entonces vete directamente a tu cuarto y acuéstate. Piensa sobre por qué estás siendo tan egoísta. Yo trabajo muy duro muchas horas todos los días, y no tengo tiempo para estas tonterías infantiles.”
El pequeño se fue a su cuarto y cerró la puerta. El hombre se sentó y se quedó pensando en la pregunta del niño.
– “¿Cómo se atreve a preguntar cosas así sólo para conseguir algún dinero?”
Después de aproximadamente una hora o así, el hombre se había tranquilizado, y empezó a pensar que quizás había sido un poco duro con su hijo. Quizás había algo que realmente necesitara comprar con los 10 euros, y realmente no pedía dinero muy a menudo. El hombre fue a la puerta del cuarto y abrió la puerta.
– “¿Estás dormido, hijo?”, preguntó.
– “No papá, estoy despierto”, contestó al muchacho.
– “He estado pensando, quizá haya sido demasiado duro contigo antes”, dijo el hombre. “Ha sido un día largo y he pagado mi cansancio contigo. Aquí están los 10 euros que me pediste.”
El pequeño se sentó y sonrió.
– “¡Oh, gracias papá!”, gritó.
Entonces, buscando bajo su almohada, sacó algunos billetes arrugados. El hombre, viendo que el muchacho ya tenía dinero, empezó a ponerse enfadado de nuevo.
El pequeño contó despacio su dinero, entonces miró a su padre.
– “¿Por qué pides más dinero si ya tienes?”, refunfuñó el padre.
– “Porque no tenía bastante, pero ahora sí”, contestó –“ahora ya tengo 20 euros… ¿puedo comprar una hora de tu tiempo? Por favor ven a casa temprano mañana. Me gustaría cenar contigo.
Entonces el padre se dio cuenta de que la felicidad que sentía su hijo de estar con él, también la sentía él al estar con su hijo, pero que el día a día no le dejaba disfrutarla. Y, tras este incidente, el padre se hizo el propósito de dedicar, al menos, una hora diaria a estar con el pequeño…”.
¿Qué os parece? ¿No creéis que a veces descuidamos lo que verdaderamente nos hace felices y hace felices a los que nos rodean por buscar esa ‘gran’ felicidad? ¡Claro que el trabajo es importante! ¡Y mucho! Nos hace sentirnos satisfechos, orgullosos y, por supuesto, un trabajo bien hecho en el que nos sintamos realizados nos hace sentirnos felices.
Sin embargo, de vez en cuando, hemos de detenernos a reflexionar sobre qué facetas de nuestra vida también nos hacen felices y, a menudo, descuidamos. Pasar un rato con nuestros hijos, con nuestros padres, con amigos, con nuestra pareja…dedicarles un poco de tiempo ¡nos puede llenar de felicidad!
Al pequeño de este cuento no le importaba gastar parte de su dinero por pasar un poco de tiempo con su padre…prefería eso a comprarse algún juguete.
Y tú, ¿te has parado a pensar qué es lo que te hace realmente feliz? ¿Me lo cuentas?
Realmente bonita la historia. Muchas veces nos dejamos llevar por lo urgente, no por lo importante.
Lo difícil, como casi siempre es el equilibrio trabajo/familia. Ser estricto/flexible.
A mi me haría feliz, que esta tarde al llegar a casa mi hijo me dijera, Si papá, los exámenes me han salido muy bien. Se lo merece, ha estudiado mucho estos días.
Seguro que el esfuerzo tiene su recompensa. ¡Un saludo Julio!
Fantástica historia! Yo aprovecho para estar con mi hija que tiene 2 añitos cada tarde por qué sé que esos momentos no volverán y son impagables. Suerte los que somos padres, es la mayor alegria de la vida y no hay que escatimarla.
Seguro que es el tiempo mejor aprovechado ¡enhorabuena Felix!
No valoramos lo que tenemos hasta cuando lo perdemos.
Si no aprovechamos las etapas de nuestros hijos, cuando quieras será demasiado tarde, el trabajo tiene su lugar, respaldado por las leyes laborales para cumplir nuestras jornadas en cuanto a horas y turnos que cumplir.
En esta vida todo tiene su costo, nadie te va agradecer lo que hagas como tus hijos.