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Felicidad. Darla para recibirla

Felicidad

Felicidad. Según todos los estudios de investigación es un constructo con tantas variables que es muy difícil de definir. Porque cada uno de nosotros nos sentimos en ese estado que llamamos de felicidad con diferentes situaciones. Muchas veces os he lanzado esta pregunta en las Redes Sociales: ¿Qué es para ti la felicidad? Cada uno de vosotros os referís a una situación diferente: estar con amigos, compartir momentos con la familia, ver crecer a vuestros hijos, pasear por la playa, una excursión por el campo, un buen libro, una buena comida o un trabajo bien hecho… ¡tantas maneras de sentirnos felices! ¿Verdad?

Hoy quiero que reflexionemos acerca de hacer felices a los demás. Y, como cada semana, os invito a leer esta pequeña historia que nos puede ayudar:

Es la historia de un maestro de una pequeña escuela que, un día, llevó globos a la clase. Todos ellos de color rojo y regaló uno a cada alumno.

El maestro les dijo que escribieran, con mucho cuidado de que no se explotaran, su nombre en cada uno de los globos. Después, les dijo que los dejaran en el suelo y sacó a los alumnos de la clase.

Cuando todos los pequeños estaban en el pasillo les dijo:

  • “Tenéis cinco minutos para encontrar el globo que lleva vuestro nombre”.

Los alumnos entraron y mientras cada uno buscaba el globo con su nombre se acabaron los cinco minutos. Nadie fue capaz de encontrar el suyo. 

Entonces, el maestro les dijo a sus alumnos:

  • “Ahora os pido que cada uno coja cualquier globo y se lo entregue a su dueño”.

¡En un minuto todos los alumnos tenían sus propios globos!! 

El profesor les dijo:

  • “Mirad, los globos son como la felicidad. Nadie la va a encontrar buscando la suya propia sin importarle la de nadie más. ¡Hay que darla a los demás para recibirla!” 

Cuando proporcionamos felicidad a los demás sin esperar nada a cambio, siempre se nos devuelve, ¿no os parece?”

Hay una frase de Leon Tolstoi que dice:

“No hay más que un modo de ser felices: vivir para los demás”

Os pido que reflexionéis acerca de momentos, ¡sí!, de momentos en los que habéis sentido esa sensación plena de felicidad.

¿Verdad que muchos de esos momentos tienen que ver con haber contribuido a la felicidad de los que nos rodean, de las personas que tanto amamos? Os citaré algunos ejemplos:

-Ese cumpleaños que organizasteis para vuestro hijo pequeño y que le dibujó una sonrisa en su cara durante todo el día… ¡seguro que también en la tuya!

-Esa visita inesperada a tu madre o a tu padre después de tiempo sin verlos. ¡Qué maravilla!, ¿verdad?

-Esos platos vacíos sobre la mesa después de haber saboreado la comida que preparaste con tanto mimo y dedicación.

-Esa mirada de agradecimiento de esa persona querida por un regalo que habéis estado tanto tiempo buscando hasta encontrar el adecuado…

-O esa sensación de satisfacción y felicidad que tienes cuando te comunican que tu colaboración con esa asociación, fundación, organización… ,que tiene proyectos con personas que no conoces, tiene resultados positivos y ha mejorado la vida de esas personas anónimas.

¡Hay tantas situaciones en las que haber contribuido a la felicidad de los demás nos hace felices a nosotros también!

En un post anterior hablábamos de la felicidad de las pequeñas cosas, en él recogía algunos los momentos y situaciones que me habías contado que os provocaban la felicidad. Me gustaría retomar algunas en este post porque contribuyen a ratificar esa idea de que la felicidad de los demás, de los que amamos, es importante para sentirnos nosotros también felices: compartir la ilusión sin pedir nada a cambio, observar a mi marido y a mi hija jugando felices, las ‘quedadas’ con los amigos, las conversaciones con mi madre… Son algunas de las situaciones que citabais como felices.

¡Pues bien! Os quiero invitar a que pongáis vuestro granito de arena en la construcción de vuestra propia felicidad y a que lo hagáis desde el prisma de apostar por conseguir que otros sean un poco más felices en su día a día.

¿Qué cómo podemos hacerlo? Compartiré algunas pautas que a mí me funcionan:

-Estar atento a las necesidades de los que nos rodean e intentar contribuir a resolverlas. Pregúntate: ¿Qué puedo hacer para mejorar la vida de los demás? Se trata de cosas simples como llevar la compra a casa a tus padres, acompañar a tu vecina al médico o, simplemente, escuchar lo que te tiene que contar ese amigo que pasa por un momento difícil.

-Preparar con mimo cualquier encuentro entre amigos y/o familia. En este verano en el que los encuentros han de ser tan limitados y tan escogidos, ¡aprovechemos al máximo esos momentos para mimar a los que tanto queremos y echamos de menos!

-Aprende a perdonar. Te liberarás de un peso que te frenaba para alcanzar la felicidad. Perdonar mueve nuestras fuerzas y energías para retomar el poder de soltar el dolor ocasionado y así recuperar nuestra paz y equilibrio emocional. Requiere, sobre todo, ser valiente contigo mismo. No es fácil, lo sabes, pero sí es posible.

Y, sobre todo:

-No esperes agradecimiento alguno… tu mayor recompensa es la felicidad que has sentido al realizar todas estas cosas que tan felices han hecho a otros, ¿no es bastante gratificación vivir rodeado de personas felices o saber que alguien mejor porque tú, desde el anonimato, lo has hecho posible? Recuerda que el que da siempre es más feliz que el que recibe.

Y tú, ¿te animas a proporcionar felicidad? ¿Te animas a ser más feliz regalando felicidad a los demás? ¿Me cuentas cómo lo has hecho?

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