Transformarnos para crecer, ¿te atreves a cambiar?
Transformación. Cambio. Esta semana quiero que reflexionemos acerca de la importancia de transformarnos para seguir avanzando y de lo que nos ayuda esa transformación a crecer personal y profesionalmente. Y quiero hacerlo desde la perspectiva de este último año que nos ha obligado a todos a cambiar nuestras costumbres, nuestra forma de trabajar, de comunicarnos… Pero me gustaría que ese cambio obligado nos empuje a crecer y consigamos convertirlo en transformación, que nos ayude a transformarnos.
Comienzo el post con esta pregunta:
-Transformarnos para crecer, ¿te atreves?
Y para ayudarnos a contestarla, he recuperado una historia que leí hace algún tiempo de la que desconozco el autor. Se titula ‘La Vaca’:
“Cuentan que un maestro paseaba con su discípulo cuando, de repente, vio a lo lejos un caserío de apariencia pobre y decidió visitarlo.
Durante el trayecto le había comentado a su discípulo que era muy importante realizar visitas, conocer personas y aprovechar las oportunidades de aprendizaje que te brinda la vida.
Llegando al lugar, el maestro y su discípulo constataron la pobreza del sitio. Allí vivían una pareja y sus tres hijos. La casa era de madera, todos iban descalzos y sus ropas estaban sucias y rasgadas.
El maestro se aproximó al padre y le preguntó:
-“En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni comercio posible. ¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?”
A lo que el señor respondió:
-“Amigo mío, nosotros tenemos una vaca que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte de la leche la vendemos o cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina. Con la otra parte hacemos queso, yogur y demás para nuestro consumo. Así es como sobrevivimos”.
El maestro agradeció la información y contempló el lugar por un momento. Luego se despidió y se fue. En medio del camino, se dirigió a su discípulo y le ordenó:
-“Coge la vaca de esta familia, llévala a aquel precipicio y empújala al barranco”
El discípulo no podía creer lo que le ordenaba su maestro y le preguntó por el motivo de tan drástica decisión, pues esa vaca era el único medio de subsistencia de aquella familia. El maestro no dijo nada una palabra, así que el discípulo tuvo que cumplir la orden.
Un día, el discípulo, agobiado por la culpa de haber matado a la vaca, decidió visitar a aquella pobre familia para contarles todo lo sucedido, pedirles perdón y ayudarles en lo posible. A medida que se aproximaba al lugar veía todo muy cambiado, ya no había ni un atisbo de pobreza. Todo lo contrario, pues los árboles estaban floridos, todo estaba muy limpio. Ya no había una vieja casa de madera, sino una enorme casa de piedra, con todo tipo de lujos. Incluso los niños, que antes estaban tristes y vestían ropas sucias y rotas, ahora estaban alegres y se les veía muy saludables.
Al discípulo le asaltó la tristeza y, desesperado, imaginaba que aquella humilde familia había tenido que vender el terreno para sobrevivir, por lo que aceleró el paso. Al llegar a su destino, fue recibido por un señor muy simpático.
El discípulo preguntó por la familia que vivía allí hacía unos tres o cuatro años. El señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado, el discípulo entró corriendo en la casa y confirmó que era la misma familia que visitó años atrás con su maestro.
Elogió el lugar y le preguntó al señor, que resultó ser el dueño de la vaca:
-“¿Qué ha hecho para mejorar este lugar y cambiar su vida de una manera tan increíble?”
El señor, entusiasmado, le respondió:
-Verá, nosotros teníamos una vaca que se cayó por el precipicio y murió. Nos vimos obligados a hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así alcanzamos el éxito que usted puede ver ahora mismo”
Y ahora, tras la lectura de esta historia, os pregunto: ¿Es posible transformarse en medio de una crisis como la que estamos atravesando? ¡Creo que sí! Es más, creo que esto nos ha obligado cambiar la manera de hacer muchas cosas. Todos lo hemos experimentado, ¿no es así?
Personas que nunca habían utilizado una pantalla para conectarse, ¡ahora lo hacen! Ancianos que no manejaban móviles, han aprendido para poder conversar con su hijos y nietos. Nos hemos dado cuenta de que nuestro bienestar depende del de los demás. Y el bienestar de los demás depende de nuestro comportamiento. Hemos transformado nuestra forma de pasar los fines de semana, personas que no habían cocinado en su vida se han ejercitado, incluso, le han cogido el gusto a prepararse sus recetas…
Todos, absolutamente todos, hemos cambiado por las circunstancias y, algunos, han aprovechado para transformar sus vidas. ¿Qué tal si convertimos ese cambio obligado en una oportunidad para transformarnos? ¿Por qué no nos quedamos con lo bueno que nos ha traído ese cambio obligado?
Me gustaría que dedicarais un tiempo a pensar en todas esas cosas buenas que habéis vivido en los últimos meses. Os pondré un ejemplo: pasar más tiempo en familia, recuperar el placer de leer un buen libro o de los juegos con los más pequeños, alimentarnos de forma más sana para evitar enfermedades y mejorar nuestro sistema inmunológico, hacer un poco de ejercicio, soltarnos en las nuevas tecnologías, ahorrar tiempo en desplazamientos y utilizarlo en actividades más productivas o gratificantes…
Cuando hayáis pensado en todas esas cosas que sí os gustan de vuestra nueva vida, preguntaros:
¿Con qué os queréis quedar del último año?
¡Seguro que encontráis alguna cosa que incorporar a vuestra vida y que puede ayudaros a transformaros en mejores personas o profesionales! Porque, aunque haya sido un cambio forzado, obligado por una lamentable situación (como la que vivió el granjero de nuestra historia), ¿qué tal si lo aprovechamos para hacernos más grandes en todos los aspectos de nuestra vida, para transformarnos?
¿Os atrevéis a aprovechar el cambio? ¿Os animáis a transformaros?