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Actitud de servicio. Dar sin pedir nada a cambio

Actitud de servicio

Actitud de servicio. ¿Das más de lo que recibes? ¿Recibes más de lo que das? ¿Solo das para recibir algo a cambio?

Esta semana quiero reflexionar acerca de la actitud de servicio. De estar dispuesto a dar sin esperar nada a cambio y de estar siempre dispuesto a prestar tu ayuda a los que lo necesitan.

Y, como cada semana, comienzo el post con una historia. En esta ocasión, con la parábola de ‘El árbol de las manzanas’, que me parece un buen ejemplo de actitud de servicio. ¿Te animas a reflexionar conmigo y a descubrir si tú también tienes esta actitud?

“Hace muchos años existió un árbol de manzanas donde un pequeño niño solía jugar. Él le tenía un gran amor, pues podía trepar por sus ramas, le daba sombra y, además, alimento con sus jugosas manzanas. Pero con el paso del tiempo, el pequeño creció y nunca volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día, el muchacho regresó y escuchó que el árbol le dijo:

– Estoy muy triste, juega conmigo.

Pero el muchacho le respondió:

– Ya no soy el mismo niño que solía jugar en el árbol. Ahora quiero juguetes y necesito dinero para comprarlos.

– Lo siento -dijo el árbol-. No tengo dinero, pero puedes coger mis manzanas y venderlas. De esta manera, tendrás dinero para tus juguetes.

El muchacho se sintió muy feliz y procedió a cortar las manzanas, las vendió y obtuvo el dinero. Entonces, el árbol fue feliz de nuevo. Pero el muchacho no volvió después de la venta de las frutas, por lo que el árbol volvió a estar triste. Tiempo después, el muchacho -ahora todo un hombre- regresó y el árbol se alegró de verlo. Le dijo:

– ¿Vienes a jugar conmigo?

-No tengo tiempo para jugar -le contestó -Debo trabajar para mi familia, pues necesito una casa para mi esposa e hijos. ¿Podrías ayudarme?

El árbol respondió:

-No tengo una casa para ti, pero puedes cortar mis ramas y construir una con mi madera.

El hombre cortó todas las ramas del árbol y, a pesar del sacrificio, esto hizo feliz al árbol. Sin embargo, después de haber construido su casa, el hombre no volvió y el árbol volvió a sentirse triste y solitario.

Un cálido día de verano el hombre regresó y el árbol preguntó con alegría:

-¿Jugarás conmigo?

-No. Estoy triste pues me estoy volviendo viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Podrías darme uno?

El árbol contestó:

-No tengo un bote, pero puedes usar mi tronco para que construyas uno y así puedas navegar y ser feliz.

El hombre cortó el tronco y construyó su bote donde navegó por un largo tiempo. Después de muchos años, finalmente regresó con el árbol, pero éste, preocupado, le dijo:

-Lo siento, ya no tengo nada que darte. No puedo darte sombra, manzanas ni madera.

El hombre respondió:

-Yo no tengo dientes para morder ni fuerza para escalar. También estoy viejo.

-Realmente no puedo darte nada -dijo el árbol con tristeza en sus palabras-. Lo único que me queda son mis raíces.

-Yo no necesito mucho en este momento, solo un lugar para descansar -contestó el hombre-. Las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse después de tantos años.

El hombre se sentó junto a las raíces del árbol, y el árbol volvió a ser feliz”.

¡Menuda actitud de servicio la del árbol! ¿No os parece? Aunque, en este caso, iba mucho más allá, porque el árbol solo buscaba la felicidad de su ‘amigo’. Y seguro que habéis pensado, como yo lo hice en su momento al leer esta parábola, en el egoísmo del hombre ¿verdad?

Pues me gustaría que hiciéramos un ejercicio de honestidad y nos miráramos a nosotros mismos.

  • ¿Cómo nos comportamos ante esas personas que tanto nos quieren (padres, hermanos, amigos) y que están dispuestas a cualquier sacrificio por ayudarnos, por hacernos sentir bien?
  • ¿Somos capaces de recompensar esa actitud de servicio que muchas personas demuestran por nosotros?

Seguro que todos, en algún momento, hemos ignorado el sacrificio de nuestros padres, por ejemplo, que los hemos tenido olvidados por temporadas (adolescencia, juventud…), que los hemos descuidado hasta que nos ha surgido un problema que solo ellos podían solucionar o hasta que los hemos buscado para obtener su consuelo. Pongo este ejemplo porque creo que el mejor ejemplo de actitud de servicio es la que nos dan nuestros padres a lo largo de la vida. Y también la que nosotros tenemos con nuestros hijos.

¿Seríais capaces de mantener esa misma actitud de servicio con otras personas? ¿Estáis dispuestos a aportar vuestra experiencia, vuestro saber a cambio de nada para que otras personas vivan mejor? ¡Esa es la verdadera actitud de servicio! La que nos hace dar, darnos, sin pedir nada a cambio. Solo por el simple hecho de que tenemos una buena disposición por apoyar a los demás, por hacerles la vida más fácil, más feliz, menos complicada… ¿No creéis que el mundo sería un poquito mejor si todos los que lo poblamos ejercitáramos esa maravillosa manera de ser y de ver las cosas?

Os aseguro que cuando incorporas la actitud de servicio a tu día a día, cuando te propones servir y atender a los demás en sus necesidades ¡tu vida es muchísimo más rica, más gratificante y mucho más sencilla!

Y tú, ¿te atreves con la actitud de servicio? ¿Te animas a ayudar, acompañar, a dar sin recibir nada a cambio?

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