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Felicidad, ¿seguro que no la has encontrado?

Felicidad

Felicidad. Una búsqueda incansable para la mayoría. En este post quiero reflexionar sobre ello, pero no sobre perseguir la felicidad sino, sobre todo, tomar consciencia de lo que ya tenemos para ser felices, para disfrutar cada día, aunque, a veces, no nos damos cuenta.

Por eso, quiero hacerte una pregunta:

¿Seguro que todavía no has experimentado la plena felicidad?

Para comenzar con esta reflexión, os traigo un cuento llamado ‘El pájaro azul’.

“Cuentan que hace mucho tiempo existió un rico marajá. Vivía en un palacio y tenía todos los lujos que quería a su disposición. Sin embargo, siempre tenía la sensación de que le faltaba algo.

Un día recibió la visita de un viejo sabio que le habló de un hermoso pájaro de alas azules capaz de otorgar la felicidad. Al marajá se le encendieron los ojos:

– ¡Es justo lo que estaba buscando!, exclamó emocionado.

No se lo pensó dos veces. Abandonó su palacio y todas sus comodidades, y partió en busca de aquel pájaro. Sin embargo, y a pesar de recorrer cientos de reinos, después de varios años buscando sin encontrar al ave, decidió volver a su hogar.

Pensó que aquel sabio le había engañado, pero una noche tuvo un sueño. Y en su sueño vio con claridad al pájaro azul.

Decidió entonces vender su palacio y todos sus bienes para recorrer mundo. Tenía claro su objetivo: tenía que encontrar como fuera a ese pájaro. Así que exploró reinos muy lejanos, durante muchos años.

Y cuando ya era anciano, cansado de andar y de buscar, regresó a su ciudad, desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba.

Entonces pasó junto al que era su palacio. Y los entonces propietarios, al verle pasar, le invitaron a alojarse allí con ellos.

Le prepararon una cama en el sótano. Y el marajá, ya anciano, se dejó caer en la mullida cama, muy agradecido.

Estaba muy cansado y sabía que su vida llegaba a su fin. Tenía ese dolor de no haber encontrado al precioso pájaro azul y cerró los ojos muy despacio. Pero entonces escuchó un dulce trinar y a pesar del cansancio, consiguió abrir los ojos de nuevo. Allí, en el sótano, junto a él, cantaba un hermoso pájaro de plumas azules. ¡Estaba más cerca de lo que imaginaba! El marajá sonrió y pudo al fin descansar”.

¡Tanto buscar la felicidad en lugares remotos y la tenía tan cerca! ¿Cuántas veces nos ha pasado eso mismo? ¿Cuántas veces hemos destinado recursos de más en busca de una felicidad que no encontramos? ¿Y si la tenemos más cerca de lo que pensamos?

Es difícil hablar de felicidad como un concepto general. Porque, como ya os he comentado en muchas ocasiones, cada uno considera que la felicidad se encuentra en una cosa, en un lugar, en una actitud, en un trabajo, en una pasión…

Pero ¿y si la tenemos al alcance de la mano y no nos hemos dado cuenta?

En esta época difícil que estamos atravesando, cuántas veces hemos dicho ¡ojalá todo volviera a ser como antes! ¡Ojalá que pronto podamos volver a la normalidad! ¿Os dais cuenta? La normalidad como una época feliz, la añoranza de una felicidad que no sabíamos que disfrutábamos mientras buscábamos a ese gran pájaro azul muy lejos mientras nos lamentábamos por lo que no teníamos sin darnos cuenta de todo de lo que podíamos disfrutar: amigos, familia, abrazos, reuniones, viajes…

Por todo ello, os invito a que no perdáis ni un minuto más de tiempo y os pongáis manos a la obra reflexionando e identificando todo lo que sí tenéis en estos momentos y os hace sentiros felices. ¡Os aseguro que vais a encontrar muchas cosas! No esperéis a haberlas perdido para daros cuenta de lo que os hacen sentir.

Dice una frase atribuida a Abraham Lincoln que “las personas son tan felices como deciden serlo” ¿Y si decidimos ser un poco más felices?

¡Lo sé! Puede parecer un despropósito ponernos a hablar de felicidad en estos tiempos en los que estamos perdiendo a seres queridos, estamos viendo cómo se empobrecen tantas personas y en los que se nos ha privado del contacto, de los abrazos, … pero -desde la consciencia plena de todo lo que nos está sucediendo- ¿por qué no intentar buscar esa felicidad, esos pequeños momentos de disfrute pleno, en lo que sí tenemos? Y ¿por qué no intentar proporcionar felicidad a esas personas que lo están pasando peor que nosotros, que pasan por momentos mucho más complicados?

¡Hay miles de formas de hacerlo!

Una llamada, una palabra de cariño, ¡puede suponer tanto para alguien que está solo, que ha perdido a un ser querido o que pasa por un momento difícil!

Preparar esa maravillosa comida en casa para celebrar que estamos juntos, que juntos podemos superar muchas cosas… que tenemos con quien compartir este difícil momento.

Cambiar, ¡sí!, volver a intentarlo una vez más en el trabajo. Con nuevas herramientas que nos ayuden en este nuevo tiempo. Pero seguir siempre intentándolo y disfrutar de cada pequeño logro. ¡Y felicitarnos por lo conseguido!

Levantarse muy temprano para ver el amanecer y disfrutar de la belleza del espectáculo o acostarte muy tarde leyendo un buen libro o conversando.

Os aseguro que se puede aprender a disfrutar, a ser felices con lo que se tiene. Y os invito a intentarlo porque ¿de qué nos vale una actitud derrotista? ¿De qué nos sirve lamentarnos sin intentar mejorar nuestro día a día?

Os invito a que, cada día al acostaros, recordéis ese momento en el que os habéis sentido felices. ¡Seguro que lo encontráis! Y a que lo anotéis en vuestra libreta de los buenos momentos. Al finalizar la semana o el mes, repasad todos esos momentos ¡seguro que os sentiréis las personas más felices del mundo! ¿Os atrevéis a reconocer vuestros momentos felices?

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