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Lenguaje positivo. Lenguaje negativo. ¿Qué eliges?

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Lenguaje positivo. Esta semana quiero invitaros a reflexionar acerca de la importancia del lenguaje, de la manera de decir las cosas a los demás, de la manera que tenemos de hablarnos a nosotros mismos, de lo que puede beneficiarnos el uso del lenguaje positivo y, sobre todo, lo que puede beneficiar a los que nos rodean.

¿Os animáis, una semana más, a reflexionar conmigo?

Lenguaje positivo. Lenguaje negativo. ¿Cuál es tu elección?

Para acompañarnos en esta reflexión, he encontrado un relato que leí hace un tiempo y que se titula ‘El papel arrugado’

“Contaba un predicador en una reunión que, cuando era niño, su carácter impulsivo lo hacía estallar en cólera a la menor provocación. Un mal gesto de un compañero, una mirada de uno de sus hermanos, una reprimenda de su madre… ¡cualquier cosa era motivo para que se enfadara y volcara su ira en palabras hirientes hacia los demás!

Cuando eso sucedía, casi siempre se sentía avergonzado y no cesaba en el intento hasta conseguir pedir excusas a quien había ofendido.

Un día, su maestro, que lo vio dando justificaciones en la escuela después de una explosión de ira a uno de sus compañeros de clase, lo llevó al despacho de los profesores, le entregó una hoja de papel lisa y le dijo:

—¡Arrúgalo! 

El muchacho, no sin cierta sorpresa, obedeció e hizo con el papel una bolita.

 —Ahora —volvió a decirle el maestro— déjalo como estaba antes.

El niño se esforzó en estirar el papel de los extremos, en plancharlo con sus manitas, pero, por supuesto, que no pudo dejarlo como estaba. Por mucho que lo intentaba, el papel siempre permanecía lleno de pliegues y de arrugas, con las marcas que había dejado la bola al arrugarlo.

Ante la mirada de desesperación del niño, el maestro remató dijo:

-El corazón de las personas es como ese papel. La huella que dejas con tu ofensa será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.

De esa forma, según contaba el predicador a su público, aprendió a ser más comprensivo y más paciente, a utilizar siempre el lenguaje positivo cuando algo le disgustaba, recordando, cuando está a punto de estallar, el ejemplo del papel arrugado. Y, se dio cuenta, de que con la nueva forma que el maestro le había enseñado conseguía mucho más que explotando de ira e insultando a los que le rodeaban”

¡Qué importante es nuestra forma de decir las cosas! ¡Nuestra manera de dirigirnos a los demás y de hablarnos a nosotros mismos! ¿No os parece? ¡Cuánto puede cambiar una situación la forma de comunicarla!

En ocasiones, os he invitado a que reflexionéis acerca de cuál es vuestro diálogo interior. ¡Pues bien! Quiero volver a hacerlo. Porque es importante saber cómo nos hablamos a nosotros mismos para, después, ejercitarnos en el lenguaje positivo hacia los demás.

Me gustaría que contestarais a estas preguntas:

-Cuando algo no te sale como habías deseado en tu trabajo, en tu tarea cotidiana… ¿Cómo reaccionas? ¿Te lamentas? ¿Te dices a ti mismo que todo es culpa tuya, que no vales para ese trabajo…? O, por el contrario, ¿intentas analizar la situación para encontrar el origen del error y pones todo tu empeño en aprender y volver a hacerlo mejor diciéndote que sólo ha sido una “piedra en el camino” que te ayuda a aprender?

-Cuando tienes muchas tareas pendientes, ¿te repites ‘no puedo’ con ello? o ¿te dices que eres capaz y buscas la manera de organizarte para avanzar?

-Y cuando lo consigues, ¿Te felicitas por ello? o ¿pasas a otra cosa sin, ni siquiera, estar orgulloso de lo que has conseguido?

Hablarnos de forma positiva ¡puede llegar a cambiar nuestra vida! Os lo aseguro. Refugiarnos en la crítica y en la queja ¡no nos hace bien! Ni tampoco hace bien a las personas que nos rodean.

Cuando pensamos de manera positiva empezamos a sustituir ese ‘no puedo’ en el ‘cómo puedo hacerlo’, cambiamos el ‘problema’ por ‘reto’… y solo con ese cambio en el lenguaje ¡se nos abre un nuevo mundo de posibilidades a ese agujero tan oscuro que se nos presentaba y sobre todo… nos hace vernos capaces de volver a intentarlo llevándolo a la acción!

Y, cuando aprendemos a usar un lenguaje interno positivo, nos estamos ejercitando en el uso del lenguaje positivo con los que nos rodean… ¡y contribuimos a que también su mundo se abra a nuevas posibilidades! En definitiva, cuando somos capaces de dirigirnos a los demás con críticas constructivas, cuando somos capaces de elogiar una buena acción, de hacer notar todo lo bueno que tienen… estamos contribuyendo a construir un mundo más justo, mucho más amable, más cómodo… ¡más feliz!

Por eso, en el post de esta semana quiero animaros a dejar huella ¡sí! Pero no como la huella que quedó en el papel tras ser arrugado, sino a dejar una huella amable por dónde piséis, a conseguir que los demás se sientan mejor tras haber estado con vosotros, tras haber mantenido una reunión, una conversación… ¡Y no! No os pido que finjáis ni que engañéis a los que os rodean. Sed sinceros, pero siempre con una esperanza, con una contribución que pueda servirles de algo, que les pueda ayudar a sentirse mejor y, ¡sobre todo!, no escatiméis en felicitaciones ni en halagos cuando se dé la ocasión. No dudéis en elogiar un trabajo bien hecho de vuestros hijos, vuestros compañeros, vuestras parejas…

Para terminar, quiero volver a la pregunta del inicio:

Lenguaje positivo. Lenguaje negativo. ¿Qué eliges?

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