Ilusión. ¿Te atreves a volver a ser un niño?
Ilusión. Los que me conocéis sabéis que me encanta esta palabra. Porque creo que la vida merece la pena vivirla con ilusión. Y creo también que cuando perdemos la ilusión hemos de trabajar muy duro para volver a ilusionarnos, para reilusionarnos de nuevo con la vida.
He querido reflexionar esta semana sobre la ilusión porque esta semana celebramos en España la llegada de los Reyes Magos de Oriente. Una fiesta a la que caracteriza, sin duda, la ilusión. Y, muy en especial, la ilusión de los más pequeños. Por eso, hoy os propongo que observéis muy de cerca la actitud de los niños y de las niñas. Que os contagiéis de su alegría, de sus nervios, de su felicidad…
¿Os atrevéis a volver a mirar el mundo con la ilusión de los niños?
Para acompañarnos en este camino hacia la ilusión, he escogido un cuento que leí en una publicación de Internet y que se titula ‘La historia de la bruja Romualda’.
«En un pequeño pueblo inglés los niños eran alegres y sus ojos brillaban de felicidad, transmitiendo sonrisa e ilusión. Estos niños jugaban un día tras otro, hasta que una bruja llamada Romualda que vivía en un castillo en el pueblo cercano cubrió con su manto negro de tristeza las sonrisas de los pequeños.
La bruja Romualda no sonreía nunca, tenía mal genio, y se enfadaba con todo aquél que osara jugar y sonreír en su presencia.
Un día, la malvada bruja cerró la puerta del patio donde los niños jugaban, les quitó los juguetes y aquella tarde en el patio del pueblo, los llantos de los pequeños resonaban con fuerza.
Tras los llantos, la mirada de los niños se volvió triste, se apagó cualquier atisbo de ilusión, de inocencia o de alegría.
Los adultos callaban por miedo a las represalias de la bruja Romualda. Incluso, unos pocos descorazonados se alegraban de que la bruja hubiese prohibido los juegos, sin saber estos que alegrándose por ello sólo demostraban que habían olvidado que la ilusión de los más pequeños es la que hace el mundo grande.
Un día en el que el viento sopló con fuerza, la capa negra de Romualda y su careta, tras la que ocultaba su rostro, salieron volando, dejando su cara al descubierto. Cual fue la sorpresa que todos pudieron ver que la bruja Romualda era igual que ellos y no tenía ese poder que decía poseer.
Una vez que vieron la realidad, perdieron el miedo y volvieron los juegos y la alegría. Como castigo por los días de miedo que sembró condenaron a la bruja a jugar con los niños, para que recuperase su sonrisa perdida.»
¿Os imagináis un mundo sin la risa de los niños, sin los gritos, sin los juegos, sin la mirada de confianza e ilusión con la que contemplan el mundo? ¡Yo no!
Pues eso es lo que muchos de nosotros hacemos cuando crecemos, perder esa mirada limpia de esperanza, de confianza, perder la alegría por las pequeñas cosas, perder la capacidad de asombrarnos y maravillarnos cada día, en definitiva, perder esa ilusión que hace que la vida valga la pena.
¿Y si nos proponemos recuperar esa ilusión? Llevo muchos años, muchas conferencias, muchas formaciones, muchos posts hablando de reilusionarse. Incluso dediqué un libro a la reilusión, en un momento en el que las cosas eran difíciles por una crisis económica mundial. Ahora, años después, estamos atravesando otro momento difícil. Esta vez provocado por un virus que atenta, además de contra nuestra economía y forma de vida, contra nuestra salud. ¡Creo que es el momento de volver a recordar lo importante que es la ilusión! Pero soy consciente de que es difícil recuperarla, ¿verdad?
Por eso, hay que ponerse ¡desde ya! a trabajar -cada uno en nuestra parcela individual- para conseguir volver a ilusionarnos por la vida. ¡Y qué mejor momento para comenzar que al inicio de un nuevo año y en una semana en la que la ilusión está en la mirada de cada niño con el que nos cruzamos! ¿No os parece?
Que el camino no va a ser fácil está claro. Que va a requerir mucho esfuerzo por nuestra parte, ¡por supuesto! Pero que la recompensa va a valer la pena, ¡puedo asegurarlo! Porque con ilusión la vida se vive de otra manera.
Hay un proverbio que dice algo así como que no podemos juzgar a nadie si no caminamos con sus zapatos. El término ‘ponerse en los zapatos del otro’ se utiliza mucho para hablar de empatía, para destacar la necesidad de conectar con el otro para ser capaz de ayudarle. Yo hoy os pido que utilicemos esa frase hecha para hablar de ilusión y que seamos capaces de volver a ponernos las zapatillas de cuando éramos niños, que volvamos a dejar esos zapatos bajo el árbol esperando los regalos de los Magos, que una noche de Reyes más cerremos los ojos con fuerza porque los nervios nos impiden dormir. Porque, si conseguimos recuperar la mirada de cuando éramos niños habremos recuperado la ilusión que nos hizo levantarnos de nuevo cuando aprendíamos a caminar, a pesar de las caídas; la ilusión que sentimos la primera vez que conseguimos leer ese libro de cuentos nosotros solos o la ilusión de esa primera vez en el circo, en la feria, en un cine… ¿Os acordáis?
¿Os sumáis a retomar la ilusión? ¿Os atrevéis a recuperar la mirada de cuando erais niños?