Actitud de servicio. ¿Estas preparado?
Actitud de servicio. Mi reflexión de esta semana -a la que os animo a uniros- es sobre la actitud de servicio, acerca de nuestra voluntad de servir a los demás. ¿La tienes? ¿Estás preparado para trabajar tu actitud de servicio?
Hace un tiempo, ya hablamos en otro post acerca de la importancia de adoptar una actitud de servicio.
¿Recordáis la historia del piloto del bombardero norteamericano Joseph Plumb que se lanzó en paracaídas cuando su avión fue atacado y que salvó la vida tras permanecer en una prisión en Vietnam? ¿Recordáis su reacción al regresar a Estados Unidos y conocer al responsable de preparar los paracaídas? Desde entonces, Joseph Plumb, en sus conferencias, lanza una pregunta a su audiencia: ¿Quién preparó hoy tu paracaídas? ¡Pues bien! Esta semana vamos a reflexionar acerca de los paracaídas que preparamos cada uno de nosotros, de ese colchón mullido que tenemos dispuesto para los demás, de ese ‘estar al tanto’ de las necesidades de las personas que nos rodean.
En esta ocasión, he encontrado una historia que cuenta Jorge Bucay en su libro “El camino de la espiritualidad”.
“Cuentan que había una parroquia en la que era habitual que los domingos, después de misa, todos los fieles se sentaran a una mesa y compartieran frutas y algunos zumos naturales. Charlaban sobre las cosas cotidianas, y así pasaban juntos un largo rato.
Un día llegaron a la parroquia dos hombres muy poderosos que asistieron a misa. Después de la eucaristía, se reunieron con los demás alrededor de la mesa. Cuando se hubieron ido todos los fieles, se acercaron al párroco para comentar lo que habían visto.
Le dijeron que todo les pareció muy lindo, especialmente el ágape que celebraban después de la misa.
- Lástima, dijo uno de ellos después de los piropos, que, entre tu gente, como en todos lados, haya también algunas ovejas descarriadas…
- ¿Por qué decís eso?, les preguntó el párroco.
- Lo hemos notado cuando todos salían hacia el encuentro después de la misa, explicó el otro. Vimos con alegría que algunos de tus parroquianos son, efectivamente, personas muy solidarias. Sin que nadie se lo pida, salen de la iglesia llevando dos sillas, evidentemente una es para sentarse ellos mismos y la otra para ofrecérsela a alguien. Pero también vimos a los otros: los “cómodos”; esos pasotas y aprovechados, que salen sin llevar ninguna silla y se sientan en alguna que encuentren libre sin hacer ningún esfuerzo.
- Pero esos no son peores, intervino su compañero, porque pienso que, alguno de esos, no son cómodos, sino ignorantes; a mí los que más me inquietan son los egoístas, los miserables, los que saben que necesitan sillas pero solo llevan una para ellos.
- Te lo decimos, concluyó el otro, porque sabemos que te llenas la boca alardeando de que tu gente es maravillosa. Debes saber que tienes de todo… como es lógico.
El párroco, que había escuchado atentamente la explicación, respondió:
- La verdad es que de lo único que hago alarde es de conocer bien a mi gente, aunque soy consciente de que solo puedo verlos desde mis propios ojos, que quizá no sean los que están debajo de mis cejas. Es cierto que hay gente solidaria que lleva una silla para sí y otra para alguien más, pero a esos que salen sin ninguna silla, y a los que tú llamas “cómodos”, “pasotas” o “aprovechados”, los conozco muy bien. Son aquellos que confían tanto en sus hermanos de comunidad, que saben que no necesitan llevar una silla porque siempre habrá una para ellos.
El párroco hizo una pausa, miró a los dos hombres y se dirigió al segundo.
- A los otros, esos que tú llamas “egoístas”, también los conozco. A mis ojos, ellos son los mejores; son los que han aprendido a combinar la vocación de servir, con la mayor de las confianzas. Ellos llevan una única silla para ofrecérsela a alguien que la pueda necesitar; no llevan la propia porque también saben, de sobra, que alguien llevará la de ellos. Está claro que los ojos con los que yo los veo no son los mismos con los que miráis vosotros…”
¡Hay que ser muy grande para tener esa actitud de servicio! Para que tu estado habitual sea el de estar pendiente a las necesidades de los demás, adelantarte a ellas y conseguir que los que te rodean sean un poco más felices. ¿Y no es una maravilla conseguirlo? ¡Yo creo que sí! Porque cuando se logra que una comunidad entera, como la del cuento de Bucay, tenga esa actitud de servicio, se alcanza la tranquilidad, ¿no os parece?
¿Os habéis preguntado alguna vez si tenéis esa actitud de servicio?
Esta semana os quiero ayudar a reconocer si sois personas con actitud de servicio, si tenéis alguno de estos rasgos:
- Cuando hacéis algo por otra persona, no esperáis que os lo agradezca. ¡Por supuesto que es gratificante recibir el agradecimiento de los demás!, pero cuando ayudas a los demás desde una actitud de servicio no lo haces con el objetivo de recibir ningún tipo de agradecimiento.
- Conocéis las necesidades de los demás. Sabéis qué necesitan y en qué podéis ayudarles. Porque estáis pendientes de las personas que os rodean. Sois capaces de escucharlas y de que se abran con vosotros, que os muestren sus necesidades. De esta forma, os podéis adelantar y actuar antes de que os lo pidan.
- Siempre estáis dispuestos a ayudar. No importa el cansancio. Vuestra actitud es la de estar dispuesto siempre que surja la necesidad. Porque es tu estado habitual.
- Y siempre prestáis esta ayuda con alegría. Porque conocéis la satisfacción que se siente cuando se contribuye a que otra persona sea un poco más feliz porque tú has estado a su lado.
¿Qué os parece?
Si os habéis reconocido en alguno de estos rasgos, ¡enhorabuena! Sois una de esas personas grandes que no dudan en servir a los demás.
Si pensáis que todavía os queda un poco para identificaros como una persona con actitud de servicio, ¡estáis a tiempo de entrenar! Y, para ello, os propongo que cada día os preguntéis si habéis tenido la oportunidad de ayudar a alguien. Si has ayudado a esa persona: ¿cómo te has sentido? ¡De maravilla! ¿verdad? ¡Pues es muy fácil volver a sentirse así!
¿Os animáis a adoptar una actitud de servicio?